Sobre la envidia

Publicado el 27/05/2024
Agustinos


Texto: Santiago Alcalde, OSA
Música:  Acousticguitar

La autodestrucción del envidioso

“El silencio del envidioso está lleno de ruidos”, decía el escritor libanés Khalil Gibran. La envidia no nos parece un defecto tan grande como otros y sin embargo lo es. El envidioso consume sus fuerzas, haciendo que los demás no triunfen, antes que invertirlas en su propia realización. Prefiere perder a ganar. Morir matando, antes que vivir triunfando a la sombra de otro.

            Había un reyezuelo que quería saber qué era peor: ser tacaño o ser envidioso. Entonces solicitó a uno de sus cortesanos que de diera la respuesta. Este le dijo: “Majestad, se la daré de forma práctica. Traiga a su presencia al hombre más avaro de su reino y al hombre más envidioso, luego déjeme hacer a mí”. Había tantos candidatos para estos dos puestos, que la selección no fue fácil. Finalmente dos fueron los elegidos.

            El cortesano, actuando en nombre del rey, les dijo: “Su majestad ha determinado dar a uno de vosotros todo lo que le pida y al otro, el doble”. La propuesta les pareció tan insólita que uno, para asegurarse, dijo: “A ver si entendí bien: ¿Todo lo que le pida me lo dará, pero al otro el doble?”. Así es, dijo el monarca.

            Entonces el envidioso le dijo al avaro: “Por favor, pida usted primero”. “Faltaba más”, señaló el tacaño, le cedo a usted el derecho de comenzar pidiendo”. Ambos se enzarzaron en una lucha dialéctica interminable de: “Primero, usted… No, primero usted…”. Finalmente el envidioso, viendo que el rey se estaba poniendo furioso y para evitar males mayores dijo: “Está bien. Yo pido primero. Quiero que me saquen un ojo”. Al momento, la sentencia se ejecutó. Al envidioso le sacaron un ojo y al tacaño los dos.

La envidia es una emoción que no sólo implica desear lo que el otro tiene, también coloca a la persona que la padece en un plano de continua insatisfacción y de queja permanente. Sin embargo, al ser una emoción, puede evitarse o modificarse. ¿Cómo? En primer lugar, dándose cuenta que esta emoción interna nos destruye. La bronca, el dolor, la ira, la rabia… son sentimientos autodestructores con los que tenemos que enfrentarnos, de lo contrario la envidia dirigirá nuestra vida. Igualmente la envidia significa que tenemos una autoestima muy pobre, porque pensamos ser felices teniendo lo que el otro ha logrado.