Texto: Iván Pichel. OSA
Música: Acousticguitar
Escuchar cuerpo y corazón
Mucha gente entiende que no es propiamente verano si no tienes tiempo para echarte una siesta en condiciones, de ésas en las que te acuestas y cuando te despiertas no sabes bien qué hora es ni dónde estás. Tenemos esta tendencia de querer desvincularnos de nuestra vida cotidiana durante los meses estivales, y por eso decimos constantemente que tenemos que desconectar, hacer un paréntesis, cambiar de aires… e incluso olvidarnos de todo.
Pero la realidad nos dice que las preocupaciones y tareas del curso se vienen con nosotros a la orilla del mar, y que mientras damos un paseo por la montaña con la familia y amigos nos sigue pesando el cansancio y las tareas pendientes que no pudimos completar. Que por muchas siestas que nos echemos para intentar dejar encerradas en una burbuja todas nuestras realidades molestas, ahí van a seguir para cuando despertemos y volvamos a casa.
Quizá estos meses de verano consisten verdaderamente en estar más atentos si cabe a lo que nuestro cuerpo y corazón nos dice: que trabajamos demasiado; que le dedicamos poco tiempo al Señor y todo debería ser un poco más de él; que lo que mi vida necesita es tiempo de calidad con la familia y los amigos y ahora puedo dárselo… Es decir, estar más conectados que nunca, prestar más atención a lo que sucede a mi alrededor y sobre todo, respirar el aire de siempre y ser capaces de hacerlo nuevo.
A mí me gusta y me ayuda leer siempre en este tiempo el pasaje de Mateo donde Jesús nos dice “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré”. Que el Señor se presente como nuestro descanso nos recuerda que a veces nuestro trabajo no logra los frutos adecuados, nuestro tiempo con los demás no florece como quiere nuestro corazón, y que por eso, nuestra desconexión o descanso no son cosas o actividades, sino Alguien que nos renueva y nos restituye las fuerzas.