Texto: Quique Infante
Música: Bensouncute
¡Qué importante es tener referentes en la vida!
Además del propio Jesucristo, obviamente, todos necesitamos personas a las que imitar. Nos proporcionan una guía, nos inspiran y nos impulsan a alcanzar nuestras metas.
Tener alguien a quien admirar, a quien imitar y seguir, alguien que represente los valores y principios que queremos encarnar, es esencial para nuestro crecimiento y desarrollo, tanto espiritual como personal y profesional.
En mi caso, he sido inmensamente afortunado porque el referente más importante en mi vida ha sido, con permiso de mi madre, mi propio padre.
Recuerdo haberme fijado siempre en su ejemplo, sin que ninguno de los dos tuviésemos necesidad de “hablar de ello”. Era ver y aprender. Pero también recuerdo con cariño grandes conversaciones donde sí me hablaba (sin ponerse pedante y en tono a veces poco académico) sobre la importancia de la integridad, la responsabilidad y la perseverancia; sobre la aceptación de la voluntad de Dios (reflejado en un “Dios sabe más” o “La vida no es la revista HOLA”), de cómo todos los días se puede recomenzar; de cómo en vez de criticar se debía rezar por las personas que “hacen cosas que no nos gustan porque en realidad se están equivocando”; de cómo “hablar siempre bien de los amigos porque para hablar mal ya están los enemigos”; de cómo aceptar cuando llegan cambios inesperados con un “hay que aprender a amar la tónica” y, por supuesto, de cómo agradecer y disfrutar a tope los regalos que Dios nos da porque “esta vida pide otra”. De cómo disfrutar la vida aquí sin olvidarnos de “preparar la maleta” para el viaje a la vida eterna.
Y en el ámbito profesional, aprender de mi padre que el éxito no se mide solo en logros materiales, sino en la satisfacción de saber que uno ha dado lo mejor de sí y ha hecho algo por los demás, que ha trabajado “buscando el everybody”, formando equipos que se sienten “parte de una aventura colectiva”, y que el éxito siempre se reparte con todos los que te rodean porque “hasta el utillero del equipo es campeón de Liga”.
Escuché una vez a Víctor Kuppers decir que en este mundo de tarados en el que vivimos, si tú llamas a tu padre y le dices “te quiero” él pensará inmediatamente en que estás secuestrado o que te acaban de diagnosticar una enfermedad terminal. La respuesta al “te quiero” sería un “¿Y a ti qué te pasa?”
No es el caso, papá. Estoy perfectamente; no me pasa nada malo; solo me aprovecho de la app de agustinos para decirte cuánto te quiero en el día de tu cumpleaños.