Texto: Blanca Rodrigo
Música: Amazingrace
¡Buenos días!,
Siempre procuro que mis buenos días sean positivos, alegres y nos den a todos un chute al escucharlos por la mañana, pero hoy quizá no lo sean tanto, aunque espero que al compartirlos sí me quede con esa sensación de esperanza y confianza en Dios, que son imprescindibles para seguir adelante, y para poner el foco en que estamos aquí de paso, porque a lo que realmente aspiramos es a la vida eterna en la casa del Padre.
La semana pasada nos llegaba la tremenda noticia de la muerte accidental de un pequeño de tres añitos. Me sobrecogió la noticia. Pensé en cada uno de mis hijos. Intenté imaginar el dolor de esa madre, también de ese padre, de esos abuelos, tíos y demás familia… No conseguía quitármelo de la cabeza y lo compartí con mi gente cercana en forma de oración para su eterno descanso y el consuelo de su familia, pero sobre todo de su madre.
Siempre pienso en el “Dios sabe más” que sé que es cierto, pero también siempre me enfado un poco porque no alcanzo a entender cómo ese puede ser el plan de Dios…, ¿cómo es posible?.
Sin fe es imposible sobrevivir a algo así. De eso sí que no tengo la menor duda. Dios no suelta de su mano y además la Virgen también nos sostiene, así que hay que dejarse cuidar y sobre todo confiar, por loco e imposible que parezca.
Sobran las palabras, muchas veces ni aparecen porque no se sabe qué decir, pero lo que de verdad nunca sobra es la oración. Rezar por el otro es un acto de amor tan bello, que ahora tenemos que apoyar a esa familia con nuestra oración, bien sea individual o en grupo, en familia. Por favor, recemos.
El cielo es aún mejor tras tu llegada, pequeño, y saber que allí eres inmensamente feliz es el mejor consuelo para los que seguimos por aquí abajo. Ya sabes que tienes que enviar tus besos en forma de ánimo a mamá, papá, los abuelos, los tíos y toda tu familia, que tanto te extraña, y qué suerte para ellos contar con un ángel como tú. Cuando llegue el momento, os volveréis a encontrar, pero mientras tanto habrá que aprender a seguir viviendo sin poder verte, aunque por supuesto, sintiéndote cada día en el corazón.