Un humilde carpintero duerme en brazos a su Dios

Publicado el 19/03/2025
Agustinos


Texto: Clara de Mingo
Música: Acousticguitar

Siempre que voy a casa de unos amigos, entre bolsas de patatas, refrescos y conversaciones aleatorias, me gusta dedicar un tiempo a mirar una figuras que tienen en un mueble del salón. La Sagrada Familia. A la derecha, María, exhausta, descansa recostada sobre su lado derecho, vigilando la escena antes de caer dormida. Después de la visitación, de la sorpresa (y pequeño enfado) que se llevó José, después de que un ángel le visitara en sueños para tranquilizarle, todo se había cumplido. San José apoyado la espalda sobre una bala de paja, con un niño en brazos, que le mira con curiosidad. Aun no es consciente de lo que acaba de pasar. El Hijo de Dios, el Rey de Reyes “reducido” a algo tan frágil como ese bebé. El carpintero le mira con ternura y solo puede sonreír. Le besa la frente y el pequeño se duerme.
En una sociedad en la que se busca destacar, ser el primero, como cristianos tenemos que recordar y buscar parecernos a figuras tan importantes como San José, que posiblemente sería la antítesis de los “influencers” de nuestra época. El tiempo de Cuaresma que estamos viviendo nos invita a estar disponibles, preparados, atentos a las necesidades y los otros, pero no para impresionar o parecer importantes. “Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.”
Ante una situación excepcional como la que se le plantea, San José da una respuesta excepcional. Pero no por ser mejor que los otros, más prestigioso. Todo lo contrario. Como dice el Papa Francisco, “nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes." Sin duda, San José se consolida como una llamada, una invitación a la santidad de quién no busca ser protagonista. Yo le imagino como un padre cercano, que cuida a María y a Jesús, que le observa crecer, como reflejó Murillo en su cuadro “la Sagrada Familia del pajarito”, o trabajando en la carpintería mientras el Niño está sentado en un taburete a su lado jugando con las herramientas. Un hombre que vive con su familia y sirve a Dios y a los demás siendo humilde, compatibilizando su trabajo cotidiano con criar al Hijo de Dios, un hombre que escucha, que discierne en el silencio, sin apresurarse. Seguramente no fuera perfecto (sin tratar de ofender a nadie, pero perdieron al Niño durante 3 días en Jesusalén), pero Dios nos coge con nuestras imperfecciones, nos elige y nos transforma.
Me parece un santo doméstico, un santo que no querría estar en grandes altares, sino en capillas pequeñas, velando por las familias y escuchando las oraciones de quienes piden su intercesión. Se presenta también como un santo contemporáneo, accesible en los momentos de dificultad, como nuestro padre y compañero. Dice el Papa Francisco que “Todos pueden encontrar en San José – el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta- un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad. San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en “segunda línea” tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación. A todos ellos va dirigida una palabra de reconocimiento y de gratitud”
San José, casto esposo de María, intercede para obtenerme el don de la pureza. Tú que supiste aceptar dócilmente el Plan de Dios, ayúdame a tener esa misma actitud para responder siempre y en todo lugar, a lo que el Señor me pida. Modelo de trabajo constante, de fidelidad silenciosa, de amor paternal, protégenos y acógenos en tus brazos