Ayuno
Ante todo, hermanos, ayunad de porfías y discordias. Acordaos del profeta que reprobaba a algunos, diciendo: En los días de vuestro ayuno se manifiestan vuestras voluntades, puesto que claváis la aguijada a cuantos están bajo vuestro yugo y los herís a puñetazos; vuestra voz se oye en el clamor, etc. Dicho lo cual añadió: No es éste el ayuno que yo he elegido, dice el Señor. Si queréis gritar, repetid aquel clamor del que está escrito: Con mi voz clamé al Señor. No es un clamor de lucha, sino de caridad; no de la carne, sino del corazón. No es aquel del que se dice: Esperaba que cumpliese la justicia y, en cambio, obró la iniquidad; esperaba la justicia, pero sólo hubo clamor. Perdonad, y se os perdonará; dad, y se os dará. Éstas son las dos alas de la oración con las que se vuela hacia Dios: perdonar al culpable su delito y dar al necesitado.
San Agustín, Sermón, 205,3