Reflexión agustiniana

Escrito el 16/07/2022
Agustinos


Vacaciones como tiempo de "ocio"

Julio y agosto son los meses de vacaciones por antonomasia o, al menos, los preferidos por la mayoría de los españoles. De ellas me voy a ocupar en estas líneas, utilizando una lente agustiniana, como suelo hacer en esta serie de colaboraciones.

En el mundo romano al que perteneció san Agustín eran bien conocidas dos formas de vida llamadas otiosa y negotiosa. Simplificando al máximo, la otiosa era la de quienes rehusaban dedicarse a la vida pública y a actividades profesionales para entregarse a otro tipo de ocupaciones cuyo objetivo era –digámoslo así– el cultivo personal. La vida negotiosa representaba, incluso  etimológicamente, la negación de la vida otiosa –“no ociosa”–. En consecuencia, optar por ella equivalía a sumergirse en la vida pública y actividades lucrativas. En general, se trataba de dos formas de vida alternativas, pues optar por una conllevaba la renuncia a la otra. Obviamente, decantarse por la vida otiosa no estaba al alcance de todos, sino solo de una muy grande minoría, pues solía implicar tener resuelto el problema económico. Digamos de paso que san Agustín «cristianizó»  ambas formas de vida en clave cristiana, considerando como propio de la vida negotiosa el servicio a la caridad, y como propio de la vida otiosa  la contemplación de la verdad.

El dato histórico señalado puede resultar útil en nuestro tiempo, en el que disponer de un periodo de vacaciones es un derecho reconocido a todos los ciudadanos. Pues cabe seguir hablando de formas de vida, pero contempladas no en el conjunto de la propia existencia, sino en el marco de cada año. Los meses de actividad laboral corresponderían a la vida negotiosa, y el tiempo de vacaciones a la vida otiosa. Al respecto, sirve recurrir a la etimología de la palabra «vacación». El término proviene del verbo latino vacare, que puede significar tanto «estar sin hacer nada», como «disponer de tiempo para hacer algo». Así, pues, entendidas las vacaciones como tiempo de «ocio», a la hora de organizarlas será conveniente tener en cuenta el doble aspecto: «ocio» como descanso de unas actividades, las habituales,  y «ocio» como dedicación  a otras distintas.

Si queremos concretar más, basta con volver la mirada  al tiempo de «ocio» –así lo llama él– que san Agustín pasó, junto con familiares y amigos en la finca de Casiciaco, poco después de su conversión. En relación con él, el santo pone de relieve los dos aspectos señalados: la previa renuncia a su actividad profesional de profesor de retórica y la dedicación al cultivo del espíritu mediante el estudio, la lectura, el diálogo y la oración. Todo ello sin olvidar el cultivo del cuerpo mediante el ejercicio de actividades agrícolas, pues también él es constitutivo de nuestro yo.

El ejemplo no es del todo pertinente, porque en la mente de san Agustín entonces se enmarcaba en una opción de por vida, mientras que, al hablar de vacaciones, nos movemos en el horizonte más limitado de un año. Pero sí lo es, si nos fijamos solo en las actividades  que le ocuparon aquel tiempo específico. Pensando en nuestro presente, se trata  actividades para las que, en los meses de intensa actividad laboral, o no hay tiempo o no tanto como requeriría o, en su caso, se desearía, y que, sin duda alguna, enriquecen a la persona. No se trata solo de «vacar de», sino también de «vacar para». Lo mismo se puede expresar en términos de libertad: vacaciones como tiempo en que al «liberarnos de», nos hacemos «libres para». Obviamente es esencial acertar en las cosas de que las que y para las que nos liberamos.

Pío de luis, OSA