Orando con San Agustín

Escrito el 16/11/2022
Agustinos


Sentirme querido

 

“¡Cuidado no nos acontezca esa ignorancia rayana en la demencia, no infrecuente, por cierto, en esta nuestra mísera condición, que llega a tomar un enemigo por amigo y viceversa! ¿Qué consuelo nos queda en una sociedad humana como ésta, plagada de errores y de penalidades, sino la lealtad no fingida y el mutuo afecto de los buenos y auténticos amigos?”  (La Ciudad de Dios, XIX, 8).

Qué alegría, qué emoción tan profunda

vivir sintiéndome querido,

sabiendo que alguien que está lejos

                                      me recuerda,

me habla para darme algún consejo

porque entiende que es el modo

                de expresar sus mejores sentimientos.

Quien me quiere no es espejo refractario

ni címbalo sonoro que lanza el sonido al viento.

Quienes me estiman y aprecian

son los ojos con que veo,

labios con los que digo

                     vocablos de afecto,

                                    confesores personales

                                    con quienes me sincero.

Sana alegría siento,

alegría inocente, cual de niño,

cuando entorno mi pupila,

cuando al ruido cierro el oído,

cuando entro dentro de mí

                                     y me veo estimado,

-aunque sea sin halagos-

respetado, sin temores ni miedos:

sabedor de que -aunque lejos- tengo amigos.

                          Nazario Lucas Alonso