Fr. Diego de Salamaca, Obispo de Puerto Rico
Fr. Diego de Salamanca fue uno de los primeros agustinos que ocupó diócesis en las tierras americanas. En este caso fue en la de Puerto Rico a donde llegó en 1577, permaneciendo en ella hasta 1586. Había nacido en Burgos en 1519, y era miembro de una importante familia burgalesa.
Ingresó en la Orden agustiniana en el convento de su ciudad, donde profesó en 1541 y mostró su aprecio a la Orden con una donación de 7.000 ducados. Aunque la Institución quiso devolver el favor proponiendo y ofreciéndole alguna prebenda, como podía ser enviarle a hacer estudios en una ciudad universitaria, Fr. Diego prefirió enrolarse como misionero hacia Nueva España en 1547 en la expedición de dirigió Fr. Jorge de Ávila. Desde ese año hasta 1562 trabajó en las tierras mejicanas por distintos lugares, y en el convento de las misiones de Tarasco ejerció el cargo de prior del convento de esa ciudad con plena satisfacción de los religiosos.
Al volver a España en 1562 fue nombrado Vicario General y Visitador de las Indias. Años después ocupó el cargo de prior del convento del Gran Convento de San Felipe el Real en Madrid en 1573, desempeñando esa responsabilidad hasta su nombramiento como obispo. El año 1576 el Rey Felipe II le propuso para obispo de Puerto Rico, a donde llegó en 1577. Según cuenta Fr. Diego de Salamanca el viaje y la travesía por la isla hasta llegar a la ciudad estuvo llena de dificultades por falta de caminos y lo accidentado del territorio, sufriendo la pérdida de varios acompañantes.
La isla estaba muy abandonada y hasta la catedral seguía sin concluirse. Se afanó en animar al clero, formado por una docena de sacerdotes y los dominicos, y una de sus mayores preocupaciones fue mejorar la educación y la formación de los clérigos, intentando conseguir que fueran sacerdotes preparados. Se preocupó pata favorecer la economía y las producciones de la isla, y poder sacar de la pobreza a sus habitantes. Activó las decisiones del Concilio de Trento, cuyos cambios apenas habían llegado a la isla. Realizó una visita completa a la diócesis y activó la creación de pueblos, con el fin de mejorar las condiciones de vida de los habitantes, que estaban muy diseminados. Se ha calificado su labor en la isla de extraordinaria en una isla que vivía en la pobreza, y por su afán reformador y el interés en favorecer a sus habitantes en todos los campos.
En 1587 regresó a España y pidió permiso para viajar a Roma, que le fue concedido, visitando al Papa Gregorio XIII. Solicitó y presentó la renuncia a la diócesis, para volver al claustro, del que había estado alejado tantos años. Ante sus deseos, el Rey intercedió ante el Papa para que le dispensase de la mitra. En realidad, aspiraba a regresar al convento, después de los años ajetreados y asumiendo cargos de responsabilidad. Obtenida la dispensa volvió a España, a su ciudad de Burgos, donde residió en el convento agustino hasta su muerte. Fue enterrado en el arco frontero del Santo Cristo, una de las mayores devociones que existían en España y que se extendió por América y Filipinas.
Fr. Ricardo Paniagua, OSA