Miércoles XV del Tiempo Ordinario

Escrito el 14/07/2021
Agustinos


Texto: Santiago Sierra, OSA
Música: Renaissance, Audionautix

En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Si, Padre, así te ha parecido bien.

Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».


Revelación a los pequeños

En el Evangelio de hoy, después de una oración de alabanza: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra”, donde Jesús dirige la mirada al Padre amoroso y Señor universal y le agradece haberse revelado a los pequeños y ocultarse a los sabios, trata de explicar en qué consiste la revelación a los sencillos. El Hijo es el único que conoce de verdad al Padre y puede revelarle y esta revelación es la que el Padre ha manifestado a los sencillos.

Como podemos observar, la oración está estructurada en base a los términos ocultar-revelar, revelar-conocer, Padre-Hijo. Jesús se dirige al Padre y lo bendice porque ha ocultado esto a los sabios e inteligentes, es decir, a los que destacan por su conocimiento de las Escrituras, los escribas y maestros de la ley, pero se lo reveló a los pequeños, es decir, a los inocentes, a los débiles y desprotegidos, a los simples creyentes, a los piadosos. Que la revelación de Dios sea a estos pequeños, es llamativo y merece una explicación, que es lo que intenta hacer Mateo. No olvidemos que, para Mateo, la revelación de Dios vale en especial para los pequeños, porque son ellos los que han experimentado el mensaje liberador del reino. Ellos son los que están presentes en las bienaventuranzas.

Dice san Agustín: “¿Qué confiesa a Dios Padre el Hijo sin pecado? Dice: Te confieso, Padre, Señor de cielos y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y prudentes y lo has revelado a los pequeñuelos. Esta es la alabanza al Padre que encareció: el haber escondido tales cosas a los sabios y prudentes, es decir, a los soberbios y arrogantes, haberlas revelado a los pequeñuelos, es decir, a los débiles y a los humildes” (Sermón 29, 2).