Miércoles XVI del Tiempo Ordinario

Escrito el 21/07/2021
Agustinos


Texto:  Ameth Moreno, OSA
Música: Renaissance, Audionautix

Aquel día, salió Jesús de casa y se sentó junto al lago. Acudió tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla.

Les habló mucho rato en parábolas:
«Salió el sembrador a sembrar. Al sembrar, al sembrar un poco cayó al borde del camino; vinieron los pájaros y se lo comieron.

Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde apenas tenía tierra, como la tierra no era profunda brotó en seguida; pero en cuanto salió el sol, se abrasó y por falta de raíz se secó.

Otro poco cayó entre zarzas, que crecieron y lo ahogaron.

El resto cayó en tierra buena y dio grano: unos ciento; otros sesenta; otros treinta.

El que tenga oídos, que oiga».


Narrativa o dialéctica

 

La Parábola Más Conocida.

Las parábolas son acontecimientos de la vida cotidiana elevados a la categoría de una gran enseñanza: “salió un sembrador a sembrar…”. La potencia del mensaje está en participar de la fuerza de su Autor: El Espíritu Santo que es la semilla, el germen de una vida nueva que a través de su proclamación en la Iglesia y acogida con fe obediente es sembrada en nuestros corazones moviendo nuestra vida diaria a cosas nuevas, a una renovación de la mente y del corazón. En el contexto de la Palabra de hoy al pueblo escogido se le dio una semilla que no fue acogida del todo y en lugar de dejar que su acción fecunda moldeara al pueblo, la desconfianza y la murmuración produjeron desaciertos en el camino.

Una Protesta Existencial.

La palabra de Dios es semilla de liberación y nos introduce en una narrativa no es una dialéctica. Los acontecimientos de nuestra vida no son eventos aislados, sino que son el resultado del caminar de Dios con su pueblo. En algunos tramos del camino los israelitas no recorrieron el desierto como una vía de liberación sino como murmuración. Esto es importante tenerlo en cuenta porque nos hace entender que los problemas no se concentraban en una persona: el faraón, ni en un lugar: Egipto. De forma negativa podríamos decir que adonde van los humanos va la humanidad; en nuestro caminar experimentamos el sufrimiento, la impotencia, el desamor y la desesperanza. Es decir, un corazón que no he entrado en la lógica de un don grande y por lo tanto la necesidad de una respuesta en clave de amor recíproco. Desde esta lógica del hombre nuevo por el Espíritu Santo también podemos descubrir la verdad de lo contrapuesto: donde van los humanos va la esperanza, van la posibilidad de un cambio en nuestra sociedad que no se da de forma inmediata, pero por eso no menos efectivo. El mundo con su inmediatez nos desanima, pero el buen Dios con sus gracias nos devuelve la esperanza. La grandeza de la santidad y de una generosidad capaz de mover montañas.

¿Saciedad o Libertad?

La ocasión de esta murmuración es el alimento, así entre lágrimas, recordaban la experiencia de Egipto: “nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos pan hasta saciarnos”. Aquí hay algo importante y es que en el fondo hay una murmuración existencial. No dicen, sin embargo: “éramos esclavos”. Es bueno cuidar nuestra continua necesidad de alimentarnos en todos los sentidos: afectivo-espiritual, y físico: las necesidades básicas de toda persona. Centrarnos en el alimento como saciedad de todo confort material nos puede hacer olvidar otras esclavitudes. Saciedad o libertad, a veces no es fácil escoger. También, podríamos fijarnos que cuando las cosas salían bien el pueblo escogido alababa a Dios por tales maravillas; pero cuando les salían mal, la crítica destructiva impedía la construcción de una narrativa de salvación de Dios con su pueblo. Esa es otra enseñanza: es fácil atribuir los bienes a Dios, que está “tan lejos” mientras fustigamos a sus mediaciones que están “tan cerca”. Somos iglesia comunidad agustiniana donde la sola alma y el solo corazón son lema práctico de vida. En efecto, solemos prestar atención a la semilla que quedo sembrada de manera “superficial” o a la que quedó “entre zarzas”.  La superficialidad es una realidad de la que podemos hacernos fácilmente conscientes. Sería providente descansar hoy en la advertencia de la imagen de las primeras semillas, las que cayeron al borde del camino, es decir: las que ni siquiera fueron siembra. Creo que no centramos suficientemente la atención en que la Palabra de Dios es viva y eficaz, en que es necesario un sano ejercicio espiritual para entrar en la fuerza dinámica transformadora del mensaje y por ello desechamos muchos sueños que por la fuerza operativa de la fe podemos ver cristalizados en nuestras vidas. Hoy es el día que ha hecho el Señor: “manos a la obra”.