Domingo XVIII Tiempo Ordinario

Escrito el 01/08/2021
Agustinos


 

Música:  Renaissance. Audionautix
Texto:  Javier Antolín, OSA

En aquel tiempo, cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm, en busca de Jesús. Al encontrarle a la orilla del mar, le dijeron:

«Rabbí, ¿cuándo has llegado aquí?».

Jesús les respondió:

«En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello».

Ellos le dijeron:

«¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?».

Jesús les respondió:

«La obra de Dios es que creáis en quien Él ha enviado».

Ellos entonces le dijeron:

«¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: ‘Pan del cielo les dio a comer’».

Jesús les respondió:

«En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo».

Entonces le dijeron:

«Señor, danos siempre de ese pan».

Les dijo Jesús:

«Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed».



Pan que da vida al mundo

Después del milagro de la multiplicación de los panes el Evangelio de San Juan nos presenta el discurso sobre el pan de vida y lo vamos a ir profundizando durante varios domingos. Hoy Jesús les dice a los discípulos que le buscan porque han comido hasta saciarse y, poco a poco, les va explicando el significado del verdadero alimento para nuestra vida. Es cierto, que tenemos que satisfacer las necesidades materiales, pero no podemos reducir nuestra vida a esas necesidades. Jesús quiere hacer ver a sus discípulos y a nosotros que hay otra hambre perentoria para nuestra vida, el alimento espiritual. Pues, aunque necesitamos los alimentos para nuestro sustento, dado que somos seres corporales y debemos satisfacer las necesidades de nuestro organismo, no podemos olvidar que somos también seres espirituales, por lo que precisamos otro alimento indispensable, el alimento que nos viene de Dios: el pan de vida. Jesús es el verdadero pan de vida que baja del cielo y da vida al mundo. La Eucaristía es este alimento espiritual que nos da vida, es el verdadero pan del cielo, el que come de este pan vivirá para siempre.

            Conviene que nos saciemos precisamente de este pan, para no tener ya más hambre ni sed. Si vivimos unidos a Jesús y creemos en él, no tendremos ya más hambre, pues él alimenta todo nuestro vivir. No sé si tenemos verdadero deseo de ese pan, o si saciamos nuestra hambre solamente con las migajas y, por eso, parece que nos morimos de hambre, pues no nos nutrimos con el pan que da vida al mundo, sino de las cosas temporales, por eso siempre estamos insatisfechos y, en vez de estar colmados, nos encontramos vacíos.

            La conclusión es clara para este tiempo de vacaciones, que dediquemos algún momento para la escucha de la Palabra, que nos alimentarnos del pan de la Palabra de Dios y que sigamos también alimentándonos de la Eucaristía, verdadero y auténtico pan de vida, para nuestra alma.