Martes XVIII del Tiempo Ordinario

Escrito el 03/08/2021
Agustinos


En aquellos días, cuando la gente hubo comido, Jesús obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de Él a la otra orilla, mientras Él despedía a la gente. Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí.

La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche vino Él hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían:
«Es un fantasma», y de miedo se pusieron a gritar.
 
Pero al instante les habló Jesús diciendo:
 
«¡Ánimo!, que soy yo; no temáis».
 
Pedro le respondió:
 
«Señor, si eres tú, mándame ir donde tú sobre las aguas».
 
«¡Ven!», le dijo.
 
Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó:
 
«¡Señor, sálvame!».
 
Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice:
 
«Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?».
 
Subieron a la barca y amainó el viento. Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo:
 
«Verdaderamente eres Hijo de Dios».

Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Los hombres de aquel lugar, apenas le reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y le presentaron todos los enfermos. Le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaron salvados.