Domingo III Tiempo Ordinario

Escrito el 22/01/2023
Agustinos


Texto: Javier Antolín, OSA
Música: One love. Keys of moon

Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retiró a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaún, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
«Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,
camino del mar, al otro lado del Jordán,
Galilea de los gentiles.
El pueblo que habitaba en tinieblas
vio una luz grande;
a los que habitaban en tierra y sombras de muerte,
una luz les brilló».
Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo:
«Convertíos,porque está cerca el reino de los cielos».
Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores.
Les dijo:
«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó.
Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.


Luz

Jesús anuncia la Buena noticia de la salvación desde un lugar apartado, no comienza en Jerusalén o en un centro importante económico, sino en “Galilea de los gentiles”, un lugar de frontera, donde los judíos se encuentran en contacto con los pueblos paganos. Al anunciar este mensaje alejado del poder político y económico, desde los márgenes de la historia, nos indica que su mensaje es para todos, pero especialmente para los que se encuentran más necesitados de la salvación. Jesús se presenta como luz que viene a iluminar las oscuridades y sombras de todos los rincones de la tierra.

              Para esta misión Jesús necesita colaboradores, por eso llama primero a Pedro y, a su hermano, Andrés que eran pescadores y, un poco más adelante, a Juan y, a su hermano, Santiago que estaban en la barca con su padre Zebedeo, a todos les llama para la misma misión de ser pescadores de hombres. Es decir, tienen que abandonar sus tareas cotidianas y dedicarse a rescatar a las personas. Sorprende que, sin conocerle, dejándolo todo le siguieran.

              Conviene que nos preguntemos donde nos situamos nosotros en la vida, nos acercamos al cruce de los caminos, a los lugares marginados, donde se encuentran las personas con sus problemas o nos refugiamos en nuestro mundo de confort. Tenemos que salir a los caminos y lugares periféricos y anunciar allí la buena nueva de la salvación. Jesús sigue necesitando colaboradores, evangelizadores llenos de su Espíritu, que sigan anunciando con su misma fuerza y entusiasmo su mismo Evangelio.