Miércoles III Tiempo Ordinario

Escrito el 25/01/2023
Agustinos


Texto: José María Martín, OSA
Música: Keys of Moon. One Love

En aquel tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo:

«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado.
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos».


"Es la hora de dar testimonio de nuestra fe"

Celebramos hoy la conversión de San Pablo, el Apóstol que siguió a Cristo hasta dar su vida por Él. Proclamó la Buena Nueva por todo el mundo. ¡Ay de mí si no evangelizase!  San Pablo puso en práctica la misión que Jesús nos encomienda a todos: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. Con frecuencia se ha acusado a los cristianos de desentendernos de este mundo, mirando solo hacia el cielo. No podemos vivir una fe desencarnada de la vida. La Iglesia somos todos los cristianos y todos debemos implicarnos más en la defensa de la vida, de la dignidad del ser humano, de la justicia y de la paz, como nos recuerda el lema de la semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que hoy concluimos: “Haz el bien; busca la justicia”.

La Buena Noticia que el discípulo tiene que anunciar irá acompañada de estos signos: echarán demonios, hablarán lenguas nuevas, las serpientes no les harán daño, curarán enfermos. ¿Cómo se traduce esto hoy día? El mal o demonio de hoy es el egoísmo que nos atenaza, el materialismo que nos rebaja, el pasotismo que nos hace insolidarios y el indiferentismo religioso por el que nos alejamos de Dios. Las lenguas nuevas son las que sirven para el diálogo, las que nos ayudan a entendernos y a comprendernos. Las serpientes venenosas son las mentiras y trampas que nos tiende la sociedad hedonista y que sólo con la presencia de Jesucristo en nuestra vida podemos vencer. La enfermedad de nuestro tiempo es el desamor, las prisas y el pragmatismo exacerbado. Necesitamos renovar el Bautismo, reorientar nuestra vida cristiana, sentirnos de nuevo enviados por Cristo.

¿Cómo vivo yo el encargo de Jesús?, ¿qué estoy haciendo para que mi fe me lleve a la transformación de este mundo?, ¿cómo asumo el compromiso de la Eucaristía y la misión que cada día se me encomienda en la mesa del compartir? No es fácil la tarea que nos asigna el Señor. Muchos cristianos mueren hoy día por confesar su fe. Jesús nos pide que seamos sus testigos valientes. No hay que temer a nada ni a nadie. Contamos con el apoyo de la gracia de Dios. Caminemos confiados hacia la esperanza del cielo, porque es veraz quien ha hecho la promesa; pero vivamos de tal manera que podamos decirle con la frente bien alta: "Cumplimos lo que nos mandaste, danos lo que nos prometiste" (San Agustín, Sermón 395).