Miércoles IV Tiempo Ordinario

Escrito el 01/02/2023
Agustinos


Texto: Jesús Baños, OSA
Música: Keys of Moon. One Love

En aquel tiempo, Jesús se dirigió a su ciudad y lo seguían sus discípulos.
Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
«¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada? ¿Y esos milagros que realizan sus manos? ¿No es este el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?».
Y se escandalizaban a cuenta de él.
Les decía:
«No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa».
No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se admiraba de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.


"La fuerza de la fe"

Puede ser que nuestro ser cristiano sea demasiado sociológico, demasiado natural. Cuando es así, parece que estamos “demasiado familiarizados” con Jesús. Es de los nuestros, como de casa… Y podemos llegarnos a extrañar y sorprender cuando su presencia, su palabra, provoca cerca de nosotros cosas extraordinarias: cambios en la vida de las personas, conversiones, transformaciones, curaciones… ¿Cómo puede ser que pasen estas cosas? Si nosotros le conocemos mucho y desde hace tiempo y nunca nos han pasado estas cosas…

Entonces somo habitantes de Nazaret despreciando a un profeta en nuestra tierra. Y pude ocurrir con más frecuencia de la que pensamos. Es estar acostumbrados a su nombre, a su palabra, a su presencia sin que ocurra nada. Esa es la cosa: estamos acostumbrados, pero puede que nos falte verdadera fe. Y Jesús se admirará también de nuestra falta de fe como se admiró de la falta de fe de los de su pueblo…

Me parece que hoy en el evangelio hay una invitación a no acostumbrarnos a Jesús. Una invitación a creer de verdad. La costumbre no nos cambia. La fe sí.