VI Domingo de Pascua

Escrito el 14/05/2023
Agustinos


Texto: José María Martín,  OSA
Música: Autum prelude

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que os dé otro Paráclito, que esté siempre con vosotros, el Espíritu de la verdad. El mundo no puede recibirlo, porque no lo ve ni lo conoce; vosotros, en cambio, lo conocéis, porque mora con vosotros y está en vosotros.

No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros. Dentro de poco el mundo no me verá, pero vosotros me veréis y viviréis, porque yo sigo viviendo. Entonces sabréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí y yo en vosotros. El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él».


Amar a Jesucristo es cumplir sus mandamientos

"Si me amáis, guardaréis mis mandamientos". Me viene a la mente una parábola que escuché hace tiempo:

"Un amigo no creyente le dijo a un recién convertido que ya que decía que se había convertido a Cristo sabría mucho sobre El: ¿en qué país nació, a qué edad murió, cuántos sermones pronunció...?

-- Pues no sé contestar a ninguna de tus preguntas, contestó el nuevo cristiano.

-- Entonces, ¿cómo es que dices que te has convertido a Cristo, pues apenas sabes nada sobre El...?

-- Tienes toda la razón, añadió el amigo creyente, pues yo mismo estoy avergonzado de lo poco que sé acerca de Él. Pero sí que sé algo: hace tres años yo era un borracho, estaba cargado de deudas, mi familia se deshacía en pedazos, mi mujer y mis hijos temían como un nublado mi vuelta a casa de noche. Pero ahora he dejado la bebida, no tenemos deudas, nuestro hogar es un hogar feliz, mis hijos esperan ansiosamente mi vuelta cada noche. Todo esto es lo que ha hecho Cristo por mí. ¡Y esto es lo que yo sé de Cristo! Estoy muy agradecido a su amor por mí".

Por los frutos se conoce al árbol. Esta persona demuestra con sus hechos que ama a Jesucristo. Porque si decimos que le amamos, pero nuestra vida no tiene que ver nada con lo que Él nos enseña en el Evangelio, es que en el fondo no hemos dejado que Él pase por nuestra vida. Dicho de otra manera, por los frutos se conoce al árbol, por las obras de amor hacia nuestro prójimo demostramos nuestro amor a Jesucristo. Cuando tenemos en nuestra memoria el mandato de Jesús, que no es otro que el amor mutuo, cuando observamos sus palabras y perseveramos en ellas, demostramos que amamos a Dios. Como nos recuerda San Agustín comentando este evangelio, "el amor debe manifestarse en las obras para que no se quede en palabra estéril". Esto es dar razón de nuestra esperanza, como nos dice la Primera Carta de San Pedro.

Los que crean en El vivirán. El texto del evangelio se sitúa dentro de las confidencias que Jesús hace a sus discípulos en la Última Cena, antes de entregarse a la muerte para resucitar a una nueva vida. En sus palabras se está refiriendo a dos resurrecciones: la suya, que se realizaría en breve tras la muerte en la cruz, y la nuestra, que tendrá lugar en el futuro después de nuestra muerte. Suenan a despedida sus palabras, pero les consuela diciendo que no les dejará solos, porque les enviaría otro Defensor, el Espíritu de la verdad. Promete que volverá, es decir anuncia su resurrección. Pero también anuncia que aquellos que crean en Él vivirán y sabrán que está en el Padre, nosotros estaremos con Él y Él con nosotros. Jesús es nuestra vida: "alejarse de Él es caer, dirigirse a Él es levantarse, permanecer en Él es estar firme, volverse a Él es renacer, habitar en Él es vivir" (San Agustín).