Texto: Jesús Baños. OSA
Música: Crying in my beer. Audionautix
En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron:
«Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?».
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.
Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo:
«El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra».
E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos, Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó:
«Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?».
Ella contestó:
«Ninguno, Señor».
Jesús dijo:
«Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».
Imaginando
No es difícil, aunque la imaginación no sea nuestro fuerte, y también porque nos pude ayudar alguna de las películas que hemos visto sobre Jesús, hacernos una composición de la situación que describe el evangelio de hoy. La grandiosidad del templo, Jesús, el grupo de escribas y fariseos poniendo a la mujer frente a él… Las preguntas, las respuestas, … Las caras de los protagonistas; también podemos imaginarnos reflejadas en esas caras sus sentimientos, sus actitudes, sus emociones… Y también el enigmático gesto de Jesús escribiendo con el dedo en el suelo sin decir nada… El evangelista lo menciona dos veces en dos versículos. Podemos pensar que fue testigo muy directo de esta escena. Y que, al menos para Jesús, tuvo sentido.
En los escribas y fariseos, resentimiento, religiosidad desalmada… o quizás la sensación de satisfacción ante el deber cumplido. Celosos de la Ley. En alguno, quizás, la mirada aviesa de quien busca comprometer a Jesús: “ a ver cómo sales de esta”
En el rostro de la mujer imagino una mueca de miedo ante lo que se puede venir… Quizás también una mirada de súplica hacia ese Jesus que tiene delante; incluso me imagino también en ella una expresión de arrepentimiento, de aceptación del pecado y apertura al perdón,
Y Jesús, inclinado, en silencio y escribiendo con el dedo en el suelo. No veo su cara, ni sus ojos… Imagino que está pensando, dándole vueltas al tema, valorando la situación. O quizás solo está reprimiendo el deseo de soltar una buena bronca a estos “oficiales” de la religión que falsean la verdad de Dios que él conoce a fondo. O puede que esté rezando a ese Dios de misericordia por la mujer que le presentan y por quienes la presentan; inclinado, en silencio… como recogiendo la misericordia de Dios para repartir perdón.
Se incorpora y habla. Y me imagino que mirando a los interlocutores a sus ojos, les da un baño de realidad para ponerlos en su sitio: Quien esté libre de pecado… Y vuelve a inclinarse, al silencio y a escribir en el suelo… Recogiendo más misericordia de Dios también para ellos.
Y como culmen de la escena, también mirándola a los ojos, el diálogo con la mujer que, me imagino, ahora muestra en sus rasgos, además del miedo, la sorpresa porque el guion está cambiando. Y mucha, mucha atención a lo que Jesús le está diciendo. La mirada atenta a sus labios. Y en los ojos de Jesús, amor concreto. E imagino que en el corazón de aquella mujer pecadora – como yo - brotó con fuerza, primero, la confianza porque no hay condenas y, después, el agradecimiento, por la misericordia y el perdón. Y no me resulta nada difícil intuir unas lágrimas en sus mejillas. Intuirlas y acogerlas como propias.
Jesús es la expresión de la misericordia de Dios. Experimentarlo cambia la vida. No es para imaginarlo. Es para vivirlo. No es una película, es la realidad. Y eso, del lado de la acusada, también del lado de los que acusan y, sobre todo, del lado de Jesús.