Texto: Ángel Andújar, OSA
Música: A new day. Mixaund
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Se llenaron de alegría
Paz, perdón, alegría, … Espíritu Santo: cuatro ideas que resumen a la perfección todo lo que significa esta fiesta de Pentecostés.
Estamos celebrando la tercera fiesta más grande del año cristiano, junto con la Pascua de Resurrección y la Pascua de la Natividad. La Pascua de Pentecostés, al cumplirse cincuenta días de la celebración en honor a Jesucristo resucitado, expresa el nacimiento de una nueva realidad. Con la efusión del Espíritu sobre los discípulos comienza el tiempo de la Iglesia, el tiempo de la misión, el tiempo de los testigos adultos. Y en todo ello es imprescindible que esas cuatro notas que aparecen en el texto evangélico se hagan presentes.
Se nos habla de paz: paz a vosotros, dice Jesús por dos veces. El Reino de Dios es de las personas pacíficas, mansas, que asumen que la realidad conflictiva de nuestro mundo no se resuelve por la vía de la violencia y la confrontación. En una sociedad en la que los enfrentamientos de todo tipo nos rodean, son imprescindibles las personas que crean en otro modo de afrontar la realidad. La guerra es un fracaso de la sociedad libre, como es un fracaso convertir la política en una suerte de descalificación a cualquier precio del adversario, donde parece que todo vale, aunque se falte a la verdad, con tal de denigrar al “otro”.
Se nos habla de perdón: a quienes les perdonéis los pecados… Hoy nos cuesta un mundo reconocer nuestros errores y pedir perdón, como nos cuesta infinitamente aceptar la petición de perdón que nos hace quien nos ha ofendido. Necesitamos testigos del perdón, personas convencidas de que la reconciliación es posible desde el momento en que creemos en el Dios de la misericordia infinita, que ama por igual a las personas buenas y malas, santas y pecadoras.
Se nos habla de alegría: los discípulos se llenaron de alegría. Necesitamos una Iglesia de personas alegres, que contagien la alegría de vivir, que se tomen en serio la realidad, muchas veces dura y difícil, pero lo hagan desde esa actitud positiva que brota de la fe en el Resucitado.
Y por último y sobre todo, se nos habla del Espíritu: Recibid el Espíritu Santo. Somos templos donde Él habita. Sin Él nada de esto sería posible: ni la paz, ni el perdón, ni la alegría. Revestidos del viento que sopla sobre nosotros, del fuego que inflama nuestros corazones, somos enviados al mundo para proclamar que el Reino de Dios ha sido inaugurado. Es el tiempo de la Iglesia, es nuestro tiempo.
¡Feliz día de Pentecostés!