Música: Reinnasance audionautix
En aquel tiempo, determinó Jesús salir para Galilea; encuentra a Felipe y le dice:
«Sígueme».
Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. Felipe encuentra a Natanael y le dice:
«Aquel de quien escribieron Moisés en la ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret».
Natanael le replicó:
«¿De Nazaret puede salir algo bueno?».
Felipe le contestó:
«Ven y verás».
Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él:
«Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».
Natanael le contesta:
«¿De qué me conoces?».
Jesús le responde:
«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».
Natanael respondió:
«Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
Jesús le contestó:
«¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».
Y le añadió:
«En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
El encuentro personal
Es hora de tomar decisiones antes las propuestas de este Jesús que se nos ha dado a conocer y que nos ha revelado a Dios. En un momento el Niño de Belén se presenta ante nosotros para invitarnos, para llamarnos a seguirle en ese plan de reino que tiene para toda la humanidad. Así funciona el crecimiento de este plan: alguien responde a la llamada y se hace mediación para otros. Así fue con Felipe y Natanael.
Eso sí, no vale solo la mediación de otros; es necesario el encuentro personal con Jesús. Es necesario reconocerle como lo que es. Y cuando se da ese reconocimiento estamos en su barco, a su lado, siguiendo sus huellas. El ya sabe de nuestra vida y cuenta con ella.