Texto: José Mª Martín, OSA
Música: Reinnasance audionautix
En aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes.
Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca».
Respondió Simón y dijo:
«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».
Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:
«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».
Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Y Jesús dijo a Simón:
«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».
Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Lamada y seguimiento
“Rema mar adentro”. La misión evangelizadora de Jesús se extiende a varias poblaciones cercanas al lago de Genesaret. Acude a las sinagogas de Nazaret y Cafarnaúm, cura a la suegra de Pedro y a otros muchos enfermos. En el evangelio de hoy podemos contemplar a Jesús anunciando la Buena Noticia a las muchedumbres desde la barca de Simón. Le dice: “Rema mar adentro”. La invitación a internarse en alta mar conlleva el riesgo a afrontar temporales tan frecuentes como inesperados en el lago. La tradición exegética ha interpretado la barca de Pedro como figura de la iglesia de Cristo. En este sentido, resultan sugerentes las palabras de Jesús. El riesgo de la pesca de altura, en medio del temporal, viene compensado por la abundancia de la pesca. Así le ocurre a la iglesia cuando anuncia el evangelio donde están los conflictos, cuando lleva la palabra de Dios a los problemas concretos y no se queda en vaguedades y en abstracciones que no significan nada y no comprometen a nadie. El Papa Francisco nos recuerda constantemente que tenemos que salir a la periferia, Iglesia “en salida”, como “un hospital de campaña” en medio del dolor.
"Echad vuestras redes". Esto no debe entenderse en un sentido proselitista, de "echar el gancho" o de servirse de tretas para que la gente "pique". Echar las redes tiene aquí el sentido de sembrar o de anunciar generosamente la Palabra de Dios, también en ambientes hostiles, en mares turbulentos, confiando en Dios, que es el que da el incremento y la cosecha. Como Simón Pedro, también nosotros podemos proclamar: “Por tu palabra, echaré las redes “. ¡Por tu palabra! Su palabra es el Evangelio, mensaje perenne de salvación que, si se acoge y vive, transforma la existencia. El día de nuestro bautismo nos comunicaron esta “buena nueva”, que debemos profundizar personalmente y testimoniar con valentía.
"No temas; desde ahora serás pescador de hombres". Ante el milagro, Pedro exclama: "¡Apártate de mí que soy un pobre pecador!". Hay momentos de la vida que nos ponen frente a nosotros mismos, como en un espejo mágico que te devuelve toda tu verdad. Entonces exclamamos como Pedro: ¡aléjate de mí que soy un pecador! Son momentos de lucha dolorosa, pero de mucha luz. La misericordia divina purifica a Pedro. Producida esta purificación, Dios le envía: "No temas, desde ahora serás pescador de hombres". ¡No temas! ¡Cuántas veces el Señor nos repite esta invitación! En una época marcada por grandes incertidumbres y miedos, estas palabras resuenan como una exhortación a confiar en Dios, a dirigir nuestra mirada hacia Él, que guía el destino de la historia con la fuerza de su Espíritu, no nos abandona en la prueba y asegura nuestros pasos en la fe. Toma la iniciativa de nuestra vocación. Nos llama a todos a colaborar en su plan amoroso de salvación. Nuestra vocación es amar como Dios nos ama. Todos somos llamados a una misión. Hay vocaciones singulares de tipo político, económico, sanitario, social.... Algunos somos llamados a la maravillosa misión de servicio en la comunidad eclesial como religiosos, sacerdotes o diáconos. La llamada de Dios no es escuchada con los oídos, sino a través de mediaciones: personas, acontecimientos, vivencias, lecturas…. Lo que cuenta, en definitiva, es que estemos atentos para escuchar su llamada y prontos para responder como Pedro y los apóstoles: "dejándolo todo, lo siguieron".