Texto: Ameth Moreno, OSA
Música: Reinnasance audionautix
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tenéis recompensa de vuestro Padre celestial.
Por tanto, cuando hagas limosna, no mandes tocar la trompeta ante ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles para ser honrados por la gente; en verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando oréis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vean los hombres. En verdad os digo que ya han recibido su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará.
Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas que desfiguran sus rostros para hacer ver a los hombres que ayunan. En verdad os digo que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no los hombres, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensará».
Una fe sincera
La voz recia de Jesucristo nos despierta en este día y llama a todos a una religión sincera. Sus palabras se refieren a las tres grandes prácticas de la piedad judía, válidas también para nosotros, como lo enseñó Jesús con su ejemplo. Se trata de la oración, el ayuno y la limosna.
La sinceridad tiene un rostro muy concreto en la predicación de Jesús, y puede resumirse en estas palabras: "evita hacer las cosas para que te vean". No es la aprobación de la gente la que te hará aprobado ante Dios. No es el aplauso de la gente lo que te va a indicar la benevolencia de Dios. Necesitas de silencio y soledad para alcanzar sinceridad. Sólo cuando tus actos tengan por motor el deseo de agradar al Dios "que ve en lo escondido" alcanzarás una religión auténtica y limpia.
Dios "ve en lo escondido". No es un espía, ni tampoco un entrometido, como calumniaron los existencialistas ateos, con Sartre a la cabeza. No es un desocupado, ni tampoco un chismoso. Sencillamente, el universo le pertenece. Simplemente, somos obra suya. No es una elección de Dios conocernos hasta la entraña de nuestro ser: es la consecuencia natural del hecho básico que hizo posible nuestro ser: somos sus creaturas. La mirada divina es el ámbito de verdad en que reconocemos la primera y radical afirmación de lo que somos: creaturas. Sólo ante esa verdad y esa radical pertenencia a él alcanzamos la verdad, primero en nuestra conciencia y luego ante los hermanos.
Esta época, esta cuaresma, es "un tiempo favorable". Lo mejor que podía sucedernos quiere sucedernos. Dios quiere llegar a nuestra vida y reconstruirla. Dios sabe quiénes somos; conoce lo escondido, y así como somos nos acepta; aunque no para dejarnos cuales somos sino para hacernos cada vez más imagen y semejanza suya. Este es el tono sereno y profundo de gozo que se esconde detrás de la penitencia que hoy empezamos.