Miércoles IV de adviento

Escrito el 21/12/2022
Agustinos


Música: On love. Keys of moon

En aquellos días, María se levantó y puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».


Servir

Contemplar la visitación de María a Isabel siempre me pone delante una certeza: cuando tienes a Jesús, cuando estás con Jesús, necesariamente te sientes impulsado a servir, a ayudar. Son como dos cosas inseparables. Jesús y servir. Así que cuando llegan estas fechas y este evangelio resuena de forma nueva, esa certeza vuelve al primer plano de mi conciencia para despertarme, para sacudirme… Ojo: no serás capaz de celebrar la Navidad sin el compromiso de servir y ayudar al que lo necesita, ¿verdad?

María se enteró de la necesidad de Isabel como prueba de aquella afirmación del ángel de que para Dios no hay nada imposible… Estaba metida en un buen “berenjenal” pero no dejó de “tomar nota” de que su pariente iba a necesitarla… Así que no hay excusas… Siempre hay prioridades y la necesidad de los demás es una de ellas. Al menos así nos lo pinta claramente la visitación. Sin demora se puso en camino. Y sin demora, es también sin excusas.

Jesús se acerca, llega. Y recibirle nos compromete…