Miércoles III de Cuaresma

Escrito el 15/03/2023
Agustinos


Texto: Miguel G. de la Lastra, OSA
Música: Autum prelude

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».


Fijarnos en los detalles              

Dejar de fijarse en los detalle nos acaba llevando a saltarnos los preceptos. Una de las cosas que marcan el crecimiento humano es la capacidad de oponernos a lo que nos mandan. En cierta medida el inicio de la vida adulta viene precedido de la adolescencia, que es una etapa marcada por la oposición sistemática a normas y reglas. En cierta medida las normas y mandatos muchas veces nos revelan lo que verdaderamente queremos hacer y en ocasiones nos generan frustración al ver que no cumplimos con lo que nos gustaría cumplir.

La Ley judía está formada por una compleja serie de reglas y normas y mandatos que en ocasiones hacen farragoso establecer una relación con Dios. En tiempos de Jesús estas reglas habían llevado a situar a algunas personas fuera del margen de la sociedad, excluidos de toda posibilidad de recibir la mirada favorable de Dios.

Ante tales condiciones nos podría parecer que Jesús se presenta como un camino para liberarnos del peso de normas y reglas. En cierto sentido la ley del amor sería la única regla a considerar. -Y aún así, en su acción de libertador, Jesús subraya con claridad la vigencia de las normas de la Ley, hasta el precepto más pequeño.

Hay una terrible tentación en la regla genérica del amor que es considerarla sólo un sentimiento, una emoción, una buena disposición. Las normas éticas, las normas de la Ley, comenzando con los diez mandamientos tienen la ventaja de ser objetivas, medibles, sin depender de un estado de ánimo. No matar, no desear las cosas del prójimo, poner a los padres en primer lugar. Estas leyes son como cimientos sobre los que construir la ley nueva del amor.

Cristo da cumplimiento de la ley porque la completa con lo que le falta y porque la lleva a término. Le faltaba incluir a todos los hombres y la lleva a término porque la cumple hasta dar la propia vida. Por eso este tiempo de cuaresma es buen tiempo para fijarnos en los detalles, para afinar nuestro amor hasta en las comas y las tildes; tiempo para ser exquisitos en el amor y no dejar el más mínimo resquicio al egoísmo.