Miércoles IV de Cuaresma

Escrito el 22/03/2023
Agustinos


Texto: José María Martín,  OSA
Música: Autum prelude

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos:
«Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo».
Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no solo quebrantaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.
Jesús tomó la palabra y les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace este, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que esta, para vuestro asombro.
Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.
Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo todo el juicio, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.
En verdad, en verdad os digo: quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.
En verdad, en verdad os digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán.
Porque, igual que el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado también al Hijo tener vida en sí mismo. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre.
No os sorprenda esto, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio.
Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió».


Jesús hace la voluntad del Padre           

Jesús acaba de curar a un tullido. Nadie le había ayudado a entrar en la piscina. Este hombre gracias a Jesús ha recuperado la salud y la dignidad. Pero los judíos persiguen a Jesús porque había hecho el milagro en sábado. Jesús manifiesta una vez más su unión con el Padre. Vive su vida en referencia al amor del padre. Se siente amado por el Padre y en este sentimiento está la raíz de toda su vida y, por tanto, la raíz de todos sus valores y de su conducta moral. Ha venido a hacer la voluntad del Padre, por eso comienza este evangelio diciendo “mi Padre no cesa de trabajar y yo también trabajo”. Porque el padre ama gratuitamente a todos los seres humanos, Jesús invita a amar sin esperar recompensa; porque el Padre perdona, Jesús perdona, trata con los pecadores y pide a los discípulos que perdonen; porque el Padre hace salir el sol sobre justos e injustos, Jesús recomienda el amor a los enemigos.

Esto es lo que molesta a los judíos, no solo que no cumpla la ley del sábado, sino que también se identifique con el Padre. Jesucristo aprovecha estas críticas para manifestar su condición de Hijo de Dios y, por tanto, Señor del sábado. Unas palabras que serán motivo de la sentencia condenatoria el día del juicio en casa de Caifás. En efecto, cuando Jesús se reconoció Hijo de Dios, el gran sacerdote exclamó: “¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos? Acabáis de oír la blasfemia, ¿qué os parece?”.

Muchas veces Jesús había hecho referencias al Padre, pero siempre marcando una distinción: la Paternidad de Dios es diferente si se trata de Cristo o de los hombres. Manifiesta de esta manera su divinidad. Jesús invita a sus discípulos a vivir en la confianza en Dio, sin grandes preocupaciones. Ese es el camino de la felicidad y es el que propone a sus discípulos: del amor que el Padre le tiene, brota el amor de los discípulos hacia los demás. Jesús siente profundamente el amor del Padre y lo transmite. Quien le sigue y presta atención a sus palabras, tiene vida eterna.

Escuchar y creer a Jesús es tener ya la vida eterna. Conviene que lo tengamos muy presente, y que hagamos el esfuerzo de escuchar la Palabra de Jesús, como lo que realmente es: la Palabra de Dios que salva. La lectura y la meditación del Evangelio ha de formar parte de nuestra vida de fe. Nosotros estamos llamados también a actuar en nombre de Dios, comunicando vida. El seguimiento de Jesús nos lleva a identificarnos con Él y a trasmitir la buena nueva del evangelio, fuente de vida.