IV Domingo de Pascua

Escrito el 30/04/2023
Agustinos


Texto: Ángel Andújar,  OSA
Música: Autum prelude

En aquel tiempo, dijo Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
«En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».


Tener vida con abundancia

La Pascua sigue su avance y llegamos a esta cuarta etapa semanal, en lo que se suele denominar el domingo del Buen Pastor. Aunque, como diremos al final, matizando esta expresión.

La imagen del pastor y las ovejas se presta a toda clase de interpretaciones. No olvidemos que el pastor debe controlar a su rebaño con brazo fuerte, para que ninguna res se extravíe, y las ovejas tiene que actuar con sumisión a su amo y a sus perros. No obstante, no parece que fuera esta la idea que quería transmitir Jesús cuando empleó esta imagen para hablar de Él y de nosotros, sus discípulos, por más que históricamente en la Iglesia hayamos reproducido en ocasiones este equivocado planteamiento. Cuando Jesús habla del pastor incide fundamentalmente en la idea del conocimiento que este tiene de cada uno de los miembros de su rebaño, de cómo llama a cada cual por su nombre y cómo las ovejas le siguen porque conocen su voz.

Se nos está hablando, por tanto, del ejercicio de la autoridad, que no procede de la imposición ni la fuerza, sino de la confianza. Una persona no se gana el aprecio de quienes están a su cargo por el temor que les infunde, sino porque transmite credibilidad, coherencia, porque se hace respetar con el argumento de la propia vida. Jesús es buen pastor porque en su existencia no hay doblez alguna: lo que dice lo hace, su palabra es creíble y en Él no hay atisbo de incoherencia. Y el buen pastor no quiere a las suyas sumisas e ignorantes, al contrario, las instruye para que puedan caminar con autonomía por las sendas de la vida.

Una imagen interesante que aparece en el texto de hoy, no fácil de entender, es la de la puerta: yo soy la puerta de las ovejas, dice Jesús. Una puerta es un lugar de paso, necesario pero transitorio. Puertas hay de muchos tipo, principales y secundarias, delanteras y traseras, abiertas de par en par y cerradas a cal y canto, anchas y estrechas. Además, las puertas sirven para distinguir espacios, para separar el frío del calor, la oscuridad de la luz, la intemperie del hogar. Y si nosotros, discípulos de aquel que dice que es la puerta, nos sentimos llamados a ser como él… ¿qué tipo de puerta somos? Y, ¿qué tipo de puerta queremos llegar a ser? Debemos tener claro que Jesús, la Puerta con mayúsculas, es de las abiertas de par en par, de las que acogen, respetan, abren a nuevos mundos… pero hay que pasar por Él para descubrir la esperanza del Reino que nos trae.

En última instancia, todos en cierta medida somos pastores y somos puertas, pues a todos se nos encomienda el cuidado y la guía de otras personas. Por eso es importante que, en nuestro compromiso pascual de seguir tras las huellas de Jesucristo, nos preguntemos acerca del tipo de pastores y de puertas que queremos ser. Lo del Maestro está claro, ¿y yo?

Finalmente, pensemos en la posibilidad de matizar el nombre de esta alegoría del buen pastor. Lo central, sin duda, es el rebaño, que cada una de las personas que lo componen se sienta atendida y reconocida de modo personal, al estilo de Jesús. Y que nosotros, saliendo de nuestro ensimismamiento, no miremos tanto hacia nosotros mismos como pastores, sino hacia cada una de las personas que nos tienen por autoridad con solicitud y amor entrañable, a ejemplo de Jesús, nuestro buen pastor. ¡Feliz día del Señor!