Santísima Trinidad

Escrito el 04/06/2023
Agustinos


Texto: ängel Andújar,  OSA
Música: Autum prelude

Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.


Tanto ama Dios al mundo

Celebrar el misterio de la Santísima Trinidad es asumir que todo lo que tenga que ver con Dios forma parte de ese mundo del “misterio”, es decir, de todo aquello que nuestra razón no termina de alcanzar, lo cual no significa que sea contrario a la razón, sino que entra en un ámbito que la supera.

A propósito de esta realidad, quizá muchos conozcamos la historia que cuenta que en cierta ocasión San Agustín paseaba por la playa, absorto en sus pensamientos acerca del misterio de la Santísima Trinidad, cuando se encontró a un niño que había hecho un hoyo en la arena y con una concha llenaba el agujero con agua del mar. Viendo esto, Agustín preguntó al niño por qué lo hacía, a lo que el pequeño respondió que intentaba vaciar toda el agua del mar en el agujero. San Agustín se sonrió y le dijo al niño que eso era imposible, respondiéndole el pequeño que, si aquello era imposible, más imposible aún era el tratar de descifrar el misterio de la Santísima Trinidad.

Pues es verdad. Este domingo celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad, y las preguntas que surgen son: ¿Qué quiere decir que Dios es Trinidad? O, ¿Quién es Dios? Y, más aún: ¿Qué tiene que ver con la vida? ¿Qué tiene que ver con nuestra vida?

El evangelio del hoy nos pone en la pista: “Tanto amó Dios al mundo que envió a su Hijo… porque Dios no lo envió para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él”.

Entonces, según esto, ¿Quién es Dios? El que no está lejos de nosotros, reinando en una esfera diferente a la nuestra. El Dios Trinidad, que no podemos comprender, sí sabemos que se ocupa de nuestro destino y no nos abandona a nuestra suerte. Es más, se encuentra en medio de las flaquezas humanas de muy diferentes modos, pero sobre todo nos acompaña mediante el regalo de su Hijo, tan próximo a nosotros, que se ha convertido en uno de los nuestros, haciéndose así nuestro prójimo, hermano, maestro y amigo.

Y seguimos preguntándonos: ¿quién es Dios? El Padre con entrañas de misericordia que nos ama con locura, tanto como para desprenderse de sí mismo, dándonos a su Hijo, y habitando en nosotros y en nuestro mundo a través de su Espíritu Santo. Y todo porque nos quiere salvar de todo lo que nos aleja de nuestra plenitud.

Y por eso, decir que Dios es Trinidad es entender ese misterio como una comunidad en la que sus miembros se aman con mayúsculas, irradiando ese amor a su alrededor.

Dios es amor, y el amor no se encierra en sí mismo, y más comprendiendo que en sus mismas entrañas, Dios es comunidad, amor desprendido, sobre cada una de sus personas, Padre, Hijo y Espíritu, y sobre la obra de su creación, en particular sus criaturas más grandes, los seres humanos.

El evangelio comenzaba diciendo que “tanto amó Dios al mundo…”. Dos mil años después seguimos experimentando que, aunque nuestra razón no alcanza a comprender en su plenitud a Dios, sí que experimentamos que también ahora y siempre “Dios ama tanto al mundo”. Feliz día del Señor.