Miércoles IX Tiempo Ordinario

Escrito el 07/06/2023
Agustinos


Texto: Javier Antolín,  OSA
Música: Autum prelude

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, los cuales dicen que no hay resurrección, y le preguntaron:
«Maestro, Moisés nos dejó escrito: "Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero no hijos, que se case con la viuda y dé descendencia a su hermano".
Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos; el segundo se casó con la viuda y murió también sin hijos; lo mismo el tercero; y ninguno de los siete dejó hijos. Por último murió la mujer.
Cuando llegue la resurrección y resuciten ¿de cuál de ellos será mujer? Porque los siete han estado casados con ella».
Jesús les respondió:
«¿No estáis equivocados, por no entender la Escritura ni el poder de Dios? Pues cuando resuciten, ni los hombres se casarán ni las mujeres serán dadas en matrimonio, serán como ángeles del cielo.
Y a propósito de que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, en el episodio de la zarza, lo que le dijo Dios: "Yo soy el Dios de Abrahán, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob"? No es Dios de muertos, sino de vivos. Estáis muy equivocados».


Un Dios de vivos

 

Aunque el texto presenta una discusión sobre la resurrección entre los saduceos que la niegan y los fariseos que la afirman, lo central de esta página del Evangelio es que Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Él nos ha destinado para la vida y una vida definitiva, es decir, que no termina con la muerte. Dios es un Dios de vivos y quiere que todos tengamos su misma vida.

También nos dice que Dios es el Dios de los Padres: el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob… Y quiere hacernos entender que para Dios todos ellos, aunque han muerto, están vivos. En esta lista podemos incluir nuestros nombres pues seguimos viviendo en relación y comunión con Dios, para que comprendamos que Dios quiere darnos también a nosotros su misma vida que es eterna.  

Aunque creamos en la resurrección y que nuestro destino es vivir para siempre, la muerte sigue siendo un misterio. Pues no sabemos cómo será esa vida bienaventurada, ese vivir con Dios. Nos agarramos a la vida temporal, pues es la única que conocemos, la muerte siempre es un contratiempo que pone a prueba nuestra confianza en el Dios de la vida.

No obstante, conviene que miremos a nuestra vida temporal, pues a veces vivimos una vida muy rutinaria, existimos, pero parece que la vida nos pesa y nos falta la ilusión. Tenemos que vivir nuestra vida con alegría y sembrar esa esperanza a tantas personas que viven situaciones de muerte, pues la muerte no es solo la física sino todos los escenarios de injusticia, violencia, guerra, hambre, desamor, incultura, etc. Seamos capaces de llevar esperanza a tantas personas que viven sin ánimo ni fuerza para seguir viviendo.