Texto: José María Martín, OSA
Música: Atum Prelude
En aquel tiempo, llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos.
Desde el sepulcro dos endemoniados salieron a su encuentro; eran tan furiosos que nadie se atrevía a transitar por aquel camino.
Y le dijeron a gritos:
«¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido a atormentarnos antes de tiempo?».
A cierta distancia, una gran piara de cerdos estaba paciendo. Los demonios le rogaron:
«Si nos echas, mándanos a la piara».
Jesús les dijo:
«Id».
Salieron y se metieron en los cerdos. Y la piara entera se abalanzó acantilado abajo al mar y se murieron en las aguas.
Los porquerizos huyeron al pueblo y lo contaron todo, incluyendo lo de los endemoniados.
Entonces el pueblo entero salió a donde estaba Jesús y, al verlo, le rogaron que se marchara de su país.
Jesús libera de las ataduras del mal
Jesús tiene que hacer frente a dos espíritus inmundos. Son las fuerzas del mal, las fuerzas oscuras que hay dentro de nosotros las que se oponen al mensaje liberador de Jesús. "¡Mo te metas con nosotros, Jesús, Hijo de Dios! ¿Has venido aquí para atormentarnos?" Palabras duras que podían ser pronunciadas por aquellos fariseos y escribas que viven aferrados a los privilegios de la ley. No quieren que se hagan realidad las palabras de Isaías: "el Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predicar a los cautivos la libertad, a los ciegos la recuperación de la vista; para poner en libertad a los oprimidos, para anunciar un año de gracia del Señor".
Se produce el milagro, Jesús les cura. Es un signo de la llegada del reino de Dios. Es la victoria contra las tuerzas del mal. Es verdad que en aquellos tiempos llamaban endemoniados a personas que simplemente sufrían ataques de epilepsia u otras enfermedades mentales. Pero hoy, como ayer, podemos ver las consecuencias que produce en nuestro mundo el pecado: muertes prematuras de personas inocentes, hambre, guerra, atentados terroristas, intolerancia religiosa, corrupciones por doquier, fanatismo político con ribetes espirituales. El mal existe, el espíritu del mal sigue actuando.
El evangelista Mateo nos presenta la victoria de Jesús contra el pecado. Pero hace falta que nosotros estemos dispuestos a colaborar con Él en esta lucha. Que le ayudemos a romper las cadenas y los cepos que nos aprisionan. Es un combate que se desarrolla primero en nuestro propio interior cuando las fuerzas oscuras nos acosan, nos envuelven, nos ciegan y hasta nos derriban. Pero hemos de levantarnos, Dios está a nuestro favor, lucha con nosotros. El mal será vencido en nuestro interior, el egoísmo será desterrado de nuestra conducta si escuchamos la voz del Señor y no endurecemos nuestro corazón.
También tenemos que luchar contra las tuerzas del mal, solidarizándonos con todas aquellas personas que se esfuerzan por crear unas condiciones de vida más justas y fraternas. No basta con hacer el bien individualmente, hay que unirse a todas aquellas iniciativas que hacen posible la construcción del reino de Dios.