Domingo XIII Tiempo Ordinario

Escrito el 02/07/2023
Agustinos


Texto: Miguel G. de la Lastra,  OSA
Música: Autum prelude

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
«El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí.
El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará. El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta, tendrá recompensa de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo, tendrá recompensa de justo.
El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pequeños, solo porque es mi discípulo, en verdad os digo que no perderá su recompensa».


Encontrar la vida, salvar la vida

Encontrar la vida, salvar la vida. Al comienzo de julio, con ese ritmo sereno que marca el verano, quizás incluso ya de vacaciones, se multiplican los momentos en los que decir “esto es vida”. Ajenos a los agobios, con mucho más tiempo para que nuestro cuerpo y nuestra mente estén a gusto, la respuesta biológica de nuestro organismo es de satisfacción. Una buena siesta, una divertida conversación con amigos, un paseo contemplando la belleza de la naturaleza, algo de deporte; en definitiva, estar en paz. O quizás pienses que te sientes vivo cuando tu cuerpo se llena de emociones, cuando te embriaga una risa que no puedes parar, o estás invadido de un sentimiento de amor hacia todo y hacia todos. Todos estos momentos te hacen sentirte vivo.

Lo curioso es que el evangelio no nos habla hoy de encontrar momentos vitales sino de encontrar la Vida con mayúsculas. Y nos propone una curiosa paradoja: Si la encuentras la pierdes y si la pierdes la encuentras. Cristo se atreve a presentarse como alternativa a todos esos lugares donde se nos propone la vida. Frente a la seguridad económica, a la tranquilidad, frente a disfrutar y quitarnos de complicaciones Él directamente nos ofrece una vida que nos complica, nos incomoda y en ocasiones incluso nos lleva a poner en cuestión todas nuestras comodidades.

Quizás encontrarse con la Vida signifique dejarla que nos encuentre, que entre y cambie nuestros paradigmas. Algo así a lo que le ocurre a la viuda de la primera lectura, que termina por construir una habitación para que el profeta se quede. Y el profeta Eliseo le cambia la vida. Ella, que era estéril, dejó entrar la palabra de Vida y la palabra viva del profeta le llenó de vida la vida.

Porque cuando la vida entra en nuestra vida enciende una luz que nos hace mirar más hondo, más profundo en nosotros y nos muestra que quizás lo que llamábamos vida no lo era del todo. Es como quien te zarandea al final de las vacaciones y te recuerda que estás en un hotel, y no en tu casa, que estás en una posada y no has llegado todavía a tu patria. Y así, las cosas en las que pones tu alegría y tu seguridad, esas riquezas son para ti como una posada en el camio “Sabe, pues, que estás de camino y que has entrado en estas riquezas como en una posada. Repara tus fuerzas, como caminante que eres; repónte y prosigue tu viaje, sin llevar contigo lo que encuentres en la posada” (serm. 14).