Texto: Ángel Andújar, OSA
Música: Autum prelude
EN aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
La sabiduría de los pequeños
El pasaje del Evangelio que se nos propone hoy se compone de tres pequeños elementos, aparentemente sin gran conexión entre sí, pero que vamos a tratar de enlazar en su lógica interna. Comienza con una breve oración al Padre, pasando después a una expresión teológica sobre la relación Padre-Hijo, para terminar con una invitación a las personas “cansadas y agobiadas”.
Comenzamos por el segundo elemento, pues ante todo el Evangelio trata de mostrarnos quién es Dios, cómo podemos comprenderlo. Se nos dice que Dios Padre, inaccesible de entrada a nuestro entendimiento, se nos hace comprensible a través del Hijo, Jesucristo, que es la revelación definitiva del Padre. Esa relación íntima Padre-Hijo ya nos deja entrever en Dios ese misterio de amor en el que sus miembros viven una perfecta comunión. Y dicho misterio lo comprendemos a través de lo que el Hijo nos muestra. Desde ahí nos acercamos a los otros dos elementos que aparecen en este pasaje evangélico.
Yendo al primero, la oración dirigida al Padre nos habla de la sabiduría de los pequeños: para comprender a Dios y llegar a Él es imprescindible la sencillez, pues se revela en la humildad. De hecho, la encarnación de Jesucristo es prueba evidente de cómo se nos muestra Dios, abajándose de su grandeza a nuestra pequeñez.
Tengamos cuidado: hay quien puede ver en este pasaje una especie de alegato a favor de la ignorancia y en contra de la cultura y la sabiduría. Nada más lejos de la realidad; leer, estudiar y adquirir conocimientos no sólo no está enfrentado con la fe, sino que la refuerza y afirma. Lo que aquí se nos transmite es que la fe en el Dios de Jesucristo se aquilata en la sencillez, frente a las actitudes de dominio, arrogancia y prepotencia que son absolutamente contrarias al Evangelio. Es más, Jesús con sus palabras, pero sobre todo con su vida, nos muestra cómo el amor de Dios se orienta de una forma preferencial a las personas pobres, sencillas, porque en su fragilidad están más predispuestas a acoger el amor de Dios y a comprenderlo en su misterio.
Por último, el tercer pasaje del texto es una invitación que hace Jesús a las personas cansadas y agobiadas para que acudan a Él y encuentren su alivio, mostrándonos la ternura y cercanía infinitas de un Dios que no se desentiende de los desvelos, dificultades y sinsentidos de sus hijos, sino que se muestra absolutamente cercano.
Esto nos abre también a una auténtica ética cristiana. Somos conscientes de que muchas personas sufren de muy diversos modos: la violencia, la soledad, la enfermedad, la falta de sentido… llevan al agotamiento físico, mental o espiritual a quienes se enfrentan a estas situaciones. Quienes creemos en el Dios de Jesucristo, que hemos experimentado que es fuerza y alivio, estamos llamados a llevar al hermano que sufre la esperanza del Evangelio. Feliz día del Señor.