Domingo XXII Tiempo Ordinario

Escrito el 03/09/2023
Agustinos


Texto: Javier Antolín,  OSA
Música: Autum prelude

En aquel tiempo, comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día.

Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo:
«¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte».

Jesús se volvió y dijo a Pedro:
«Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios».

Entonces dijo a los discípulos:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.

Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará.

¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?

Porque el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta.»


La cruz en el horizonte

El domingo pasado escuchábamos a Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”, en el Evangelio de hoy oímos el anuncio de Jesús de que tiene que ir a Jerusalén donde será ejecutado y resucitará al tercer día. Pedro no acepta ese mensaje y dice que eso no puede pasarle al Mesías. Por eso, el mismo Jesús que había dicho: Bienaventurado eres Pedro pues ni la carne ni la sangre te ha revelado esa confesión, sino mi Padre; ahora reprende enérgicamente a Pedro: Apártate de mí Satanás, pues piensas como los hombres no como Dios

Muchas veces en nuestra vida cristiana pensamos como Pedro, como los hombres, ya que nos cuesta descubrir la presencia de Dios en las situaciones complicadas de la vida, en el sufrimiento o en la enfermedad. Nos gustaría que nuestra vida siguiera un camino de gloria, pero olvidamos el camino de nuestro maestro, por lo que no hay otro para los discípulos: El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. No es por buscar escusas, pero comprobamos como a los discípulos más cercanos les costó entenderlo, o es posible que nunca lo entendieran del todo. Ahora bien, nosotros tal vez tenemos una ventaja en relación a ellos, pues no solamente conocemos sus titubeos y vacilaciones, sino que hemos podido ver a lo largo de toda la historia del cristianismo lo difícil que es aceptar y vivir ese mensaje. Tenemos que seguir asimilando la lógica del Evangelio, que hay que entregar la vida para ganarla, y que solamente tomando la cruz cada día podemos ser discípulos auténticos de Jesús.