Miércoles XXII Tiempo Ordinario

Escrito el 06/09/2023
Agustinos


Texto: Jesús Baños,  OSA
Música: Autum prelude

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en la casa de Simón.

La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le rogaron por ella.
El, inclinándose sobre ella, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose enseguida, se puso a servirles.
Al ponerse el sol, todos cuantos tenían enfermos con diversas dolencias se los llevaban, y él, imponiendo las manos sobre cada uno, los iba curando.

De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban y decían:
«Tú eres el Hijo de Dios».

Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías.
Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar desierto. La gente lo andaba buscando y, llegando donde estaba, intentaban retenerlo para que no se separara de ellos.

Pero él les dijo:
«Es necesario que proclame el reino de Dios también a las otras ciudades, pues para esto he sido enviado».

Y predicaba en las sinagogas de Judea.


Reino y bien

El bien que se impone al mal. Hoy, en este evangelio tiene nombre de enfermedad, pero el bien se impone sobre el mal de la violencia, de la injusticia, de la mentira, del odio. Es un bien que tiene su origen en las acciones de Jesús, atento a la necesidad y le sufrimiento que siempre van asociados, como producto, al mal. La victoria del bien que nace las palabras y hechos de Jesús es el Reino de Dios que va ganando terreno.

Y quienes lo tocan de cerca, quienes lo experimentan en primera persona o como testigos privilegiados, quieren mantenerlo y no quieren que pase o se termine… Por eso buscan a Jesús para retenerlo junto a ellos… Pero ese bien que vence al mal y lo mantiene en silencio, ese Reino, tiene que llegar a todos… No es para unos pocos.

Por eso los que lo hemos conocido estamos llamados a extenderlo. El bien se expande silenciando al mal. Es el Reino de Dios. Es Jesús.