Texto: Jesús Baños, OSA
Música: Autum prelude
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
«El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.
Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo y les dijo:
“Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido».
Ellos fueron.
Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.
Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo:
“Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”.
Le respondieron:
“Nadie nos ha contratado”.
Él les dijo:
“Id también vosotros a mi viña».
Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz:
“Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros”.
Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno. Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Al recibirlo se pusieron a protestar contra el amo:
“Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno”.
Él replicó a uno de ellos:
“Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”.
Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».
Solo cabe la confianza
Claramente hay una tensión grande entre el Reino de Dios que Jesús predicó y encarnó, - que es de los que nos habla la parábola del evangelio de hoy - y el mundo que hemos ido construyendo. Muchas cosas tienen que cambiar para que esa tensión se relaje a favor del Reino, donde “los últimos serán primeros y los primeros, últimos”.
Lo primero que aparece en la parábola, y que puede que no sea siempre tan obvio, es que en ese reino se trabaja. Hay trabajadores. Y trabajadores que no deciden ponerse a la tarea por su cuenta; SON LLAMADOS. Llamados a hacer una labor a una viña que ya existe. Llamados en distintos momentos y pagados con el mismo salario por distintas cantidades de trabajo.
Esto me hace pensar que es complicado trabajar por el reino si no te experimentas llamado a ello; no se puede ser trabajador del reino “por oficio”. Hay una llamada personal que lleva consigo implicación personal, dedicación plena. También me hace pensar que trabajar por el reino es transformar el mundo, el que tenemos; no se trata de hacer surcos o podar en el aire. La realidad que vivimos es el primer eslabón de ese reino que tiene vocación de crecer, de hacerse cada vez más presente. Es posible, porque es “de Dios”, reino “DE DIOS”. La obra es suya. Solo necesita un “voy” cuando te llaman. Un “allá voy” en el que no caben cálculos ni envidias, ni reclamos salariales. Un “voy” en el que se acepta la justicia del amo de la viña. Una justicia que es bondad y liberalidad. Solo cabe la confianza. Y así se entiende, sin meter mucho la razón, que “los últimos serán primeros y los primeros, últimos”. Pero quizás, para trabajar a gusto en esta viña que se trasformano valga con entenderlo. Estamos invitados a hacerlo vida con una respuesta y una acogida en libertad.