Miércoles XXVI Tiempo Ordinario

Escrito el 04/10/2023
Agustinos


Texto: Ángel Andújar,  OSA
Música: Autum prelude

En aquel tiempo, aquel tiempo, mientras Jesús y sus discípulos iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adondequiera que vayas».

Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».

A otro le dijo: «Sígueme».

El respondió: «Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre».

Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios».

Otro le dijo: «Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa».

Jesús le contestó: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».


La radicalidad del segumiento

 

Suenan fuertes las afirmaciones de Jesús en relación a quien pone objeciones a la hora de seguirle. Parecería que está invitando a olvidarse de la propia familia, a dejar de lado la llamada a “honrar al padre y a la madre”, con tal de hacerse de los suyos. De hecho, leyendo de forma literal este pasaje, se llegó a ver como algo negativo cualquier apego a las propias raíces, especialmente por parte de aquellas personas que se sentían llamadas a la vocación religiosa o sacerdotal en la Iglesia.

En cambio, una mirada serena sobre el contenido del texto bíblico nos tiene que sacar de esa casuística para ir más allá. Jesús no quiere que nos olvidemos de nuestros padres, ni que despreciemos los vínculos de sangre. El Evangelio está fuertemente entroncado con el amor al prójimo, que incluye sin duda a esas personas que forman parte de nuestro círculo familiar. Lo que está poniendo en cuestión Jesús son las justificaciones de cualquier tipo que evitan apostar decididamente por su seguimiento. ¿Cuántas personas, habiéndose sentido llamadas por Jesús, encuentran mil y una objeciones para no responder afirmativamente? Respuestas del tipo: me gustaría, pero… no tengo tiempo… mi trabajo me lo impide… estoy condicionado por mi familia… aparecen con frecuencia. Y seguro que en la mayor parte de los casos hay un deseo sincero, y hay razones evidentes que limitan. Pero, partiendo de estos hechos, Jesús nos dice que ser de los suyos es aceptar no vivir acomodados, pues el Evangelio es así de exigente. No es fácil comprometerse con la justicia, llevar el amor de Dios a todas las personas, especialmente las más frágiles y vulnerables, renunciar a cualquier tipo de violencia, tender la mano también a quien me quiere mal, vivir con alegría incluso cuando el horizonte es sombrío, poner entre paréntesis lo que me gusta o lo que me apetece con tal de ir a por un tesoro de mucho más valor, el tesoro del Reino. En definitiva, no es sencillo vivir con aquel que no tiene dónde reclinar la cabeza. Pero así de radical es el seguimiento de Jesús. Así de radical y así de fascinante.