Texto: Ängel Andújar, OSA
Música: Autum prelude
En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta.
Le enviaron algunos discípulos suyos, con unos herodianos, y le dijeron:
«Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas el camino de Dios conforme a la verdad, sin que te importe nadie, porque no te fijas en apariencias. Dinos, pues, qué opinas:
¿es lícito pagar impuesto al César o no?».
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
«Hipócritas, ¿por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto».
Le presentaron un denario.
Él les preguntó:
«De quién son esta imagen y esta inscripción?».
Le respondieron:
«Del César».
Entonces les replicó:
«Pues dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».
Una religión desencarnada
En ocasiones las personas podemos encontrarnos con situaciones de difícil salida, ante las que se pone a prueba nuestro ingenio. Nos encontramos hoy ante una pregunta trampa con la que pretenden dejar en evidencia a Jesús. Si responde que hay que pagar el impuesto al César le acusarán de mal judío y colaboracionista con el opresor romano. Y si responde que no hay que pagar el impuesto, la acusación será de revolucionario enemigo de las autoridades romanas. Parece que no tiene alternativa viable, pero Jesús da la vuelta a la situación con una expresión que, hasta el día de hoy, ha dado que hablar: al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.
La astucia de Jesús va a dejar en evidencia a esos malintencionados que quieren acabar con él. De algún modo les está diciendo: a mí no me pilláis. Jesús evidencia que no se puede confundir al César con Dios (no olvidemos que en el Imperio se dotaba al César con ciertas características divinas) o, dicho de otro modo, que la fe no se identifica con ninguna orientación política. Dios no se mete en camisas de once varas; la fe nos lleva a la justicia, por lo que cada cual tendrá que ver dónde está la justicia. La ley divina no dice ni que se deba pagar el impuesto ni que no haya que hacerlo, sino que somos las personas las que debemos discernir lo que es justo.
Pero, como decíamos, esta famosa frase de Jesús sigue dando que hablar, y en ocasiones con interpretaciones también malintencionadas, tanto por parte del poder político como del religioso.
El poder político puede utilizar esta frase para instar a los creyentes a no inmiscuirse en cuestiones sociales: la Iglesia, que se meta en la sacristía. El poder religioso, para hacer de la fe algo íntimo, que se viva en el interior de la persona y en sus prácticas religiosas, pero que nada tiene que ver con la sociedad ni con la propia conducta social. En ambos casos, se está disociando la fe de la vida pública, reduciéndola a una esfera privada alejada del mundo. No parece que fuera eso lo que Jesús quería afirmar.
En este domingo del Domund, con su lema Corazones ardientes, pies en camino, se nos invita a vivir una fe encarnada, misionera, que sale de la esfera íntima hasta los confines del mundo, pues esos corazones que arden al encontrarse con el Señor mueven los pies hacia la misión universal, llevando justicia, paz, amor y esperanza por toda la tierra. Feliz día del Domund.