Domingo XXXI Tiempo Ordinario

Escrito el 05/11/2023
Agustinos


Texto: José María Martín, OSA
Música: Autum prelude

En aquel tiempo, habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo:

«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.

Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbí”.

Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “rabbí”, porque uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.

Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.

No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías.

El primero entre vosotros será vuestro servidor.

El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».


Servir con humildad

Jesús dirige la palabra a los discípulos y al pueblo para denunciar la conducta de escribas y fariseos y prevenir de su mala influencia. En efecto, habían creado un fárrago legislativo en torno a la Ley, para regularla hasta los más mínimos detalles. Esto constituía una carga insoportable, que ni ellos mismos cumplían. Jesús denuncia la hipocresía de estos "maestros" que no ayudan en absoluto a llevar la carga que imponen a los demás indebidamente; contrapone a esa carga innecesaria el "yugo suave y la carga ligera" del Evangelio. Se hacían llamar "rabí", es decir, "maestro mío"; un título que llegó a conferirse solemnemente. También se hacían llamar "padre" y "preceptores". Jesús critica todo ese interés en encumbrarse sobre los demás, pues uno es nuestro Padre y todos nosotros somos hermanos. La crítica de Jesús a letrados y fariseos alcanza literalmente a todo clericalismo, también de nuestros días, pues hoy podemos caer en lo mismo que Jesús critica.

Conviene hacer autocrítica para ver si ejercemos bien nuestro "ministerio", nuestro servicio. Frecuentemente, tanto clérigos como laicos, utilizamos la autoridad para sentirnos importantes o abusar de nuestro poder. También hay ambición en el campo espiritual: queremos ser los primeros en virtud, en experiencia de Dios, en radicalidad evangélica. ¿Por qué queremos hacerlo?, ¿para obtener una parcela importante en el cielo?, ¿para que los demás nos honren?

“El primero entre vosotros será vuestro servidor”. Él mismo vino a servir a todos, dando su vida por todos nosotros. Servir es a menudo gratificante, pero otras veces no sólo no hay recompensa, sino que trae consigo incomprensión, desprecio y hasta persecución. La humildad y el espíritu de servicio es lo que debe distinguir al cristiano. Es sabio aquél que acoge a los pequeños, a los que nadie aprecia. El que acoge al más pequeño e inocente, acoge a Jesús y al que le ha enviado. Si quiero ser discípulo de Jesucristo, si quiero seguirle y que le sigan los demás, he de dar ejemplo de servicio desinteresado.