Texto: José María Martín, OSA
Música: Autum prelude
En aquel tiempo, Jesús dijo una parábola, porque estaba él cerca de Jerusalén y pensaban que el reino de Dios iba a manifestarse enseguida.
Dijo, pues:
«Un hombre noble se marchó a un país lejano para conseguirse el título de rey, y volver después.
Llamó a diez siervos suyos y les repartió diez minas de oro, diciéndoles:
“Negociad mientras vuelvo”.
Pero sus conciudadanos lo aborrecían y enviaron tras de él una embajada diciendo:
“No queremos que este llegue a reinar sobre nosotros”.
Cuando regresó de conseguir el título real, mandó llamar a su presencia a los siervos a quienes había dado el dinero, para enterarse de lo que había ganado cada uno.
El primero se presentó y dijo:
“Señor, tu mina ha producido diez”.
Él le dijo:
“Muy bien, siervo bueno; ya que has sido fiel en lo pequeño, recibe el gobierno de diez ciudades”.
El segundo llegó y dijo:
“Tu mina, señor, ha rendido cinco”.
A ese le dijo también:
“Pues toma tú el mando de cinco ciudades”.
El otro llegó y dijo:
“Señor, aquí está tu mina; la he tenido guardada en un pañuelo, porque tenía miedo, pues eres un hombre exigente que retiras lo que no has depositado y siegas lo que no has sembrado”.
Él le dijo:
“Por tu boca te juzgo, siervo malo. ¿Conque sabías que soy exigente, que retiro lo que no he depositado y siego lo que no he sembrado? Pues ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? Al volver yo, lo habría cobrado con los intereses”. Entonces dijo a los presentes:
“Quitadle a este la mina y dádsela al que tiene diez minas”.
Le dijeron:
“Señor, ya tiene diez minas”.
“Os digo: al que tiene se le dará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. Y en cuanto a esos enemigos míos, que no querían que llegase a reinar sobre ellos, traedlos acá y degolladlos en mi presencia”».
Dicho esto, caminaba delante de ellos, subiendo hacia Jerusalén.
Dones y frutos
La parábola de las minas, del evangelio de Lucas de hoy, es semejante a la de los talentos que leímos el domingo pasado, del evangelio de Mateo. Tres personas reciben del rey una mina. El primero, con esa mina ha conseguido otras diez y el segundo cinco. El tercero, en cambio, esconde su mina en un pañuelo. En los tres casos se nos habla indirectamente del trabajo.
Partiendo de estas dotes que el hombre recibe del Creador, a través de sus padres, cada uno podrá realizar en la vida, con mayor o menor fortuna, la misión que Dios le ha confiado. Jesús, a través de esta parábola nos enseña, al menos indirectamente, que el trabajo pertenece a la economía de la salvación. De él dependerá el juicio divino sobre el conjunto de la vida humana, y el reino de Dios como premio. En la parábola el rey les da el mando de unas ciudades, diez o cinco según el rendimiento: “al que tiene se le dará…”
En cambio, la actitud pasiva provoca el rechazo de Dios. Se nos juzgará del modo en que hemos hecho fructificar nuestras cualidades a favor de los demás durante la estancia en este mundo. En el evangelio se promete un premio a los siervos buenos y diligentes. Pero se denuncia la pereza del que esconde su mina por miedo a perderla. Eso es el pecado de omisión, que tanto daña al corazón de Cristo, porque es una manifestación de dejadez, falta de interés y desprecio a quien le ha regalado tantos dones.
Hay personas que tienen gran influencia sobre los demás, otras son muy serviciales, otras son capaces de entregarse con heroísmo al cuidado de las personas enfermas ¿Cuáles son los dones que has recibido?