Texto: ängel Andíjar, OSA
Música: Autum prelude
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras.
Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha:
“Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”.
Entonces los justos le contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”.
Y el rey les dirá:
“En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.
Entonces dirá a los de su izquierda:
“Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”. Entonces también estos contestarán:
“Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?”.
Él les replicará:
“En verdad os digo: lo que no hicisteis con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicisteis conmigo”.
Y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna».
Dios presente en el otro
Cuando finalizamos una etapa en nuestra vida es importante recapitular, echar la vista atrás para revisar lo vivido, situarnos en el presente y proyectarnos hacia lo que está por venir. Este domingo finalizamos un año litúrgico, y también se nos invita a revisar lo vivido, desde una perspectiva de crecimiento. A lo largo de un año entero, hemos ido siguiendo los pasos de Jesús a través de lo que el evangelio, fundamentalmente el de Mateo, nos ha ido transmitiendo. Y ahora la cuestión es: ¿quién es Jesús para mí, para nosotros? La fiesta de hoy nos dice que es rey, el rey del universo. Pero… ¿qué tipo de rey es?
El profeta Ezequiel tuvo que bregar con una situación de gran dificultad, infundiendo esperanza a un pueblo que vivía entre oscuridad y nubarrones, desterrado de su tierra y teniendo que empezar de cero en un lugar extraño. ¿Dónde está ese Dios que, según les habían dicho, cuidaría de su pueblo? ¿Se ha olvidado de ellos? ¿Por qué no actúa, movido por su poder, a favor de los suyos?
Esta es una constante a lo largo de la historia de la humanidad. Si Dios es todopoderoso, y además es Amor sin límites, ¿por qué hay personas pobres, hambrientas, sedientas, enfermas, prisioneras, solas? El evangelio de hoy, de una forma sublime, trata de respondernos, una vez más rompiendo esquemas.
Dios no se olvida de su pueblo; muy al contrario, está tan cercano a todo ser humano sufriente que se encarna en él. ¿Dónde está Dios? En todo ser humano que sufre por cualquier casa. Y solamente las personas que sean capaces de amar sin condiciones al prójimo, especialmente al necesitado, podrán descubrir la presencia de Dios. Es más, nos dice el evangelio que cada vez que asistimos al pobre, a Jesús mismo les estamos asistiendo. Y que si damos la espalda al prójimo que nos necesita, es a Dios mismo a quien se la damos. Ya no se trata, por tanto, de amar al prójimo porque Dios nos lo pide; se trata de amar al prójimo porque en él está Dios mismo. Dios es rey no desde el poder y la fuerza, sino desde el abajamiento a nuestra pequeñez, a nuestras miserias, a nuestra condición de seres frágiles e indigentes.
Por tanto, al recapitular en este final del tiempo litúrgico acerca de la cuestión: ¿quién es Jesús para mí, para nosotros?, la respuesta es clara: si queremos ser auténticos cristianos, discípulos de Jesús de Nazaret, tratemos de descubrirlo cada día en las personas que pasan hambre, en las que sufren injusticias, violencia, desprecio, soledad, enfermedad… porque solo así estaremos trabajando por el Reino de Dios.