Texto: Ángel Andújar, OSA
Música: Prelude nº1 in C major. Joham S. Bach (Kimiko Ishizaka)
En aquel tiempo, Jesús tomó la palabra y dijo:
«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré.
Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera»..
Cansados y agobiados
Con frecuencia pensamos que el tiempo que nos ha tocado vivir es el de las prisas, los agobios, el “no me da la vida”, como un signo distintivo de esta sociedad de la eficacia y las muchas cosas que hacer. Algo de eso hay: muchas personas vamos por la vida consumiendo experiencias, desarrollando una y mil tareas y sin casi tiempo para saborear nada de lo que hacemos y vivimos. No obstante, parece que ya en tiempo de Jesús había personas cansadas y agobiadas. En el breve texto de hoy, el evangelio de Mateo lanza una invitación de Jesús a acercarse a él a quienes sienten de un modo importante el peso de la vida.
En medio del Adviento, tiempo de esperanza, parece un mensaje poco preparativo de la Navidad y más propio de la Cuaresma. Pero quizá podemos darle la vuelta a esta percepción y valorar en su justa medida lo que se nos quiere transmitir.
El Adviento es tiempo para preparar los caminos al Señor, que viene a nosotros. No obstante, Jesús ya ha venido, ya se ha hecho carne, y si cada año necesitamos de nuevo cuatro semanas para preparar la venida, es porque somos nosotros los que no terminamos de ir hacia Él. Así, más que el Adviento de Dios, se trata de nuestro adviento: el Señor nos espera con los brazos abiertos, esos brazos tiernos y amables de un niño encarnado en nuestra realidad. Estamos llamados a ir hacia Él, que ya vino, viene y vendrá, aunque a veces, ocupados en nuestras múltiples tareas, se nos olvide. Por eso nos dice Jesús: venid a mí. ¿Estamos dispuestos a despojarnos de tantas cosas superfluas como nos envuelven, de centrarnos en lo esencial, y orientarnos hacia el Señor?
Jesús no nos libera de los yugos y cargas de la vida, que son inevitables. Pero sí nos ofrece un nuevo modo de enfrentarnos a todo ello, experimentándolo como algo llevadero. Su mansedumbre e humildad de corazón son ejemplo de cómo se puede afrontar la vida de otro modo, sin dejarnos absorber por la vorágine de prisas y tareas que tantas veces nos envuelve.
Ahora que vemos ya cerca la Navidad, pensemos cómo queremos vivirla, si desde la explosión de regalos, comidas, compromisos, consumo… o desde la humildad y mansedumbre del pequeño de Belén.