Domingo III de Adviento

Escrito el 17/12/2023
Agustinos


Texto: Javier Antolín, OSA
Música: Prelude nº1 in C major. Joham S. Bach (Kimiko Ishizaka)

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él.
No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. Y este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a que le preguntaran:
«¿Tú quién eres?».
El confesó y no negó; confesó:
«Yo no soy el Mesías».
Le preguntaron:
«¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?».
Él dijo:
«No lo soy».
«¿Eres tú el Profeta?».
Respondió:
«No».
Y le dijeron:
«¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?».
Él contestó:
«Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, como dijo el profeta Isaías».
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron:
«Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?».
Juan les respondió:
«Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia».
Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando.


Un modelo inspirador

El Evangelio de este tercer domingo del tiempo de Adviento nos presenta la figura de Juan el Bautista y es preguntado por su propia identidad y su relación con Jesús. Juan tiene muy claro que no es la Luz ni trae la salvación, sino que simplemente es testigo de la Luz. Él no es la Palabra sino la voz que clama en el desierto que prepara el camino al que viene y de quien no es digno de desatarle el cordón de la sandalia.

La figura de Juan el Bautista es una de las principales en el tiempo de Adviento y se nos presenta como un modelo inspirador, pues al igual que Juan que no es la luz, también nosotros sin ser la luz estamos llamados a dar testimonio de la luz. Nuestro mundo sigue necesitando la luz para que vayan desapareciendo las sombras de la muerte y la oscuridad de la guerra, el odio y la injusticia.

Nosotros tenemos que preguntarnos si realmente somos conscientes de quienes somos, de nuestra propia identidad, pues solamente de ese modo podemos ser fieles a lo que somos. No es cuestión de suplantar a otras personas, sino que cada uno sea fiel a la misión recibida. Juan se nos presenta como modelo y ejemplo en nuestro mundo donde se busca sobresalir o ser más importante que otros. Solamente sabiendo quienes somos podemos cumplir la tarea encomendada. Es necesario seguir clamando en el desierto y en las periferias “allanad el camino del Señor.” Que nuestro grito sea anuncio de la llegada del Salvador que esperamos y tanto necesitamos.