Texto: Javier Antolín, OSA
Música: Prelude nº1 in C major. Joham S. Bach (Kimiko Ishizaka)
Al día siguiente, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
«Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dijo: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo”. Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel».
Y Juan dio testimonio diciendo:
«He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo”. Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».
Navidad y Pascua
En este tiempo de Navidad cuando acabamos de estrenar un nuevo año, se nos presenta el testimonio de Juan el bautista sobre Jesús, pues le introduce como “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Hemos vivido el nacimiento del niño que nace en Belén, pero en las palabras de Juan tenemos la unión del misterio de la Navidad y el de la Pascua, pues se nos dice que Jesús viene a salvar al mundo del pecado, por lo que se une todo en el único misterio de Cristo. El que existía antes que el bautista, se hace uno de nosotros, vive como nosotros y trae la salvación de Dios a nuestro mundo.
Juan testifica que él recibió el ministerio de bautizar con agua, pero Jesús el Mesías, ha recibido el Espíritu y bautiza con Espíritu Santo, por eso Juan nos asegura que es el Hijo de Dios. Esto es lo que estamos viviendo en el tiempo de la Navidad, el nacimiento del Hijo de Dios que asume nuestra humanidad.
Como vemos, hemos pasado de los relatos de la infancia al testimonio de Juan el bautista que corrobora que este niño que había nacido en Belén, ha traído la Buena noticia de salvación a todos los hombres. Juan simplemente da el testimonio y quiere que todos reconozcamos que viene de Dios y se mueve por el Espíritu de Dios.
Nosotros también hemos recibido ese mismo anuncio y estamos llamados a seguir dando ese mismo testimonio, de que ese niño que nace en Belén es Hijo de Dios y trae el amor y la salvación a nuestro mundo. El viene a iluminar las tinieblas del pecado y de la muerte y quiere liberar al mundo de todo sufrimiento e injusticia. En la Navidad contemplamos la humildad de Dios que se hace uno de tantos y en la Pascua lo contemplamos entregándose en la cruz para la salvación del mundo. Nosotros somos testigos del misterio de la Navidad y del misterio de la redención, el único misterio del amor de Dios que se nos ha manifestado en Jesucristo.