Miércoles III de Cuaresma

Escrito el 06/03/2024
Agustinos


Texto:  José María Martín, OSA
Música: Prelude nº1 in C major. Joham S. Bach (Kimiko Ishizaka)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.

En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.

El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.

Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».


He venido a dar pleno cumplimiento

Jesús reconoce el Antiguo Testamento como palabra de Dios, pero no como palabra definitiva, ya que para pronunciar precisamente esta palabra definitiva vino Él al mundo. En consecuencia, Jesús no se presenta como un revolucionario religioso que rompa drásticamente con la herencia de Israel: "No creáis que he venido a abolir la ley y los profetas; no he venido a abolir, sino a dar plenitud". Jesús da cumplimiento en su vida a todas las profecías, cosa que San Mateo no pasa por alto y constata aquí y allá a lo largo de su evangelio. Porque Jesús restituye los mandamientos divinos a su pureza, proclamándolos con toda la claridad y profundidad, derogando aquello que había sido ordenado a título de simple concesión por la dureza del corazón de Israel y reduciendo todos los preceptos al mandamiento del amor a Dios y al prójimo.

Jesús es el perfecto cumplidor de la Ley, porque la ha cumplido con un amor cuya única medida es no tener medida. Nos amó hasta el extremo, hasta el sacrificio de su vida. Esta es la Nueva Ley del cristiano. No hay que preguntarse ya hasta dónde es posible llegar sin pecar, sino cómo es posible llegar hasta el límite del amor. Porque la Ley comienza con "No matarás", pero se cumple y se perfecciona cuando uno está dispuesto a morir por sus enemigos. No se trata ya, en fin, de limitarse al amor al prójimo; hay que ir hasta el amor a los enemigos. El perdón es anterior a la ofrenda. Jesús es el primer pacifista…Solo con la reconciliación y el perdón se puede construir un mundo nuevo. Lo predicó y lo practicó en la cruz. “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. No bastará con no matar. Será necesario no enfadarse con el hermano, no boicotearle, no pisarle, no ignorarle, no olvidarle, no despreciarle.

El amor por encima de la ley. Jesús nos llama hoy a ir más allá del legalismo: La Ley de Moisés apunta al mínimo necesario para garantizar la convivencia, pero el cristiano ha de procurar superar este mínimo para llegar al máximo posible del amor. Lo que hoy nos enseña Jesús es a no creernos seguros por el hecho de cumplir esforzadamente unos requisitos con los que podemos reclamar méritos a Dios, como hacían los maestros de la ley y los fariseos. Más bien debemos poner el énfasis en el amor a Dios y los hermanos, amor que nos hará ir más allá de la fría ley y a reconocer humildemente nuestras faltas en una conversión sincera. Él no ha venido a destruirla sino a darla su cumplimiento.