Domingo de Ramos

Escrito el 24/03/2024
Agustinos


Texto: José María Martín, OSA
Música: Prelude nº1 in C major. Joham S. Bach (Kimiko Ishizaka)

Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los escribas y el Sanedrín en pleno, hicieron una reunión. Llevaron atado a Jesús y lo entregaron a Pilato.

Pilato le preguntó:
S. «¿Eres tú el rey de los judíos?».

C. Él respondió:
+ «Tú lo dices».

C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas. Pilato le preguntó de nuevo:
S. «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan».

C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba extrañado. Por la fiesta solía soltarles un preso, el que le pidieran.
Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los rebeldes que habían cometido un homicidio en la revuelta. La muchedumbre que se había reunido comenzó a pedirle lo que era costumbre.
Pilato les preguntó:
S. «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?».

C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia.

Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás.

Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?».

C. Ellos gritaron de nuevo:
S. «Crucifícalo».

C. Pilato les dijo:
S. «Pues ¿qué mal ha hecho?».

C. Ellos gritaron más fuerte:
S. «Crucifícalo».

C. Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

C. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio— y convocaron a toda la compañía. Lo visten de púrpura, le ponen una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S. «¡Salve, rey de los judíos!».

C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacan para crucificarlo.

C. Pasaba uno que volvía del campo, Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rufo; y lo obligan a llevar la cruz.
Y conducen a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»),

C. y le ofrecían vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucifican y se reparten sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.

Era la hora tercia cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: «El rey de los judíos».

Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.

C. Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. «Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz».

C. De igual modo, también los sumos sacerdotes comentaban entre ellos, burlándose:
S. «A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos».

C. También los otros crucificados lo insultaban.

C. Al llegar la hora sexta toda la región quedó en tinieblas hasta la hora nona. Y a la hora nona, Jesús clamó con voz potente:
+ «Eloí Eloí, lemá sabaqtaní?».

C. (Que significa:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).

C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. «Mira, llama a Elías».

C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:
S. «Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo».

C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.

C. El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S. «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios».

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Jesucristo da la vida por nosotros

Entramos en la semana grande en la que celebramos los misterios centrales de nuestra fe. La muerte de Cristo es la consecuencia de su propia vida de entrega por todos nosotros. Es terrible que tuviera que suceder lo que sucedió. El propio Dios, que se había hecho uno de nosotros, nos da la prueba suprema de amor. ¿Por qué lo hizo?: para enseñarnos a amar. El anonadamiento de Cristo, cantado en el himno cristológico de la Carta a los Filipenses, es la puerta que conduce a la glorificación. Por la Cruz se llega a la luz.

Jesús en este domingo de Ramos es aclamado por aquéllos que después van a quitarle de en medio. Es una muestra más de las incongruencias humanas...Todo esto ocurre porque Jesús se mete en el mundo -su encarnación fue total-, asume el dolor de todos los hombres que hoy son "crucificados" como aquellos que mueren en la guerra, los perseguidos a causa de su fe, de su color o de su condición diferente.

Jesús se empeña en estar en todos los "líos", se sitúa en las entrañas de la vida, allí donde se juega el presente y el futuro de la humanidad. El mundo es su sitio. No le va la marginación ni la muerte injusta. Lucha por acabar con todo aquello que degrada al hombre, que le humilla, que le hunde en el abismo. Fue consecuente y valiente, por eso le mataron tanto el poder político como el religioso.

Jesús sigue muriendo hoy día ¿Con que personaje de la Pasión te identificas? ¿Con Judas, con Pilato, con Herodes, con Pedro, con Juan, con María? Nosotros seguimos crucificando a muchos "cristos" y gritando. "¡Crucifícalo!". Hoy nos atrevemos a pedirle a Jesucristo que nos ayude a ser como Él, generosos y entregados.

Él se "desvivió" por nosotros, fue como un árbol que da sombra al cansado y al que está castigado por el sol, que es refugio contra la lluvia para el viajero exhausto. El árbol presta sus ramas para que las aves aniden y las criaturas encuentren refugio. Da siempre fruto en el momento oportuno. Echa hondas raíces y se afirma para no ser movido de donde le han encomendado estar. Con sus hojas caídas se abona a sí mismo para crecer más aún.

Queremos ser como el árbol, que toma lo poco que necesita y devuelve muchas veces más. Cuando es cortado sirve para un sinfín de usos como leña para dar calor. Pasados los años se derrumba por su antigüedad, pero incluso así se convierte en abono para que otros continúen viviendo.

Jesús es ese árbol del que todos hemos recibido vida plena, que se entrega por nosotros hasta la muerte, y una muerte de cruz. El mundo sería diferente, muy diferente, si todos fuéramos como el árbol, como Jesús, que entrega su vida por amor. ¡Gracias Jesús por tu anonadamiento, por tu entrega en la cruz por todos nosotros!