Texto: José María Martín, OSA
Música: Prelude nº1 in C major. Joham S. Bach (Kimiko Ishizaka)
En aquel tiempo, levantando los ojos al cielo, oró Jesús diciendo:
«Padre santo, guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se cumpliera la Escritura. Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría cumplida.
Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad».
"Para que sean uno"
El texto del evangelio de hoy se encuadra dentro de la llamada “Oración Sacerdotal.” Jesús intercede ante el Padre por sus discípulos: “Padre santo, guárdalos en tu nombre”. El gesto de levantar los ojos al cielo y de llamar a Dios “Padre” son elementos característicos de la oración de Jesús. Antes de morir, ofrece en sacrificio su propia vida y ruega por los suyos y por todos los que se reunirán con Él viniendo de todas las naciones, para que “sean uno como nosotros”.
Es un escándalo que los que nos llamamos cristianos sigamos divididos. Sólo la conversión del corazón de los miembros de todas las Iglesias y comunidades cristianas y su fidelidad al Evangelio permitirán superar los obstáculos heredados del pasado, guiándonos a la plena comunión. Porque el primer enemigo de la unidad es el pecado, el mejor antídoto es la santidad. El día en que todos los cristianos de todas las confesiones vivamos en plenitud la comunión con el Señor y aspiremos con determinación a la santidad, caerán las barreras que nos separan. No existe otro camino… La oración por la unidad no es compromiso exclusivo de los expertos en ecumenismo o de aquellos cristianos especialmente sensibilizados por este sector pastoral. Es compromiso de todo cristiano y de cada comunidad.
Con esta oración Jesús envía a sus discípulos a trabajar en el mundo. Con la ascensión, que celebramos el domingo pasado, se inicia la evangelización de todos los pueblos y naciones. Nos dice Jesús que tenemos que estar en el mundo, nuestro lugar natural, para establecer el Reino de Dios, pero no debemos ser de este mundo. Es decir, no debemos contaminarnos con las “cosas mundanas”. Sin embargo, hay cosas en el mundo que son buenas, no todo lo del mundo es “enemigo del alma”. Nuestra misión no es huir del mundo, sino transformar este mundo según los criterios del evangelio. Así lo hizo San Isidro, cuya festividad celebramos hoy, trabajando en el mundo y santificándose en el mundo. Esta es la gran misión de los laicos hoy. San Agustín comenta que Jesús no dijo: “Mi reino no está en este mundo, sino no es de este mundo. Su reino no es de aquí porque es como un viajero en este mundo. A aquellos sobre quienes Él reina, dice: no sois del mundo, sino que yo os he escogido sacándoos del mundo”. Es decir, quiere librarnos de lo malo del mundo, pero quiere también que establezcamos en el mundo el Reino de Dios.