Texto: José María Martín, OSA
Música: Child dreams. Keys of moon
El primer día de los Ácimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
«¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?»
Él envió a dos discípulos, diciéndoles:
«ld a la ciudad, os saldrá al paso un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: "El Maestro pregunta: ¿Cuál es la habitación donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?"
Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, acondicionada y dispuesta. Preparádnosla allí»
Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la Pascua.
Mientras comían, tomó pan y, pronunciando la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
«Tomad, esto es mi cuerpo.»
Después, tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias, se lo dio y todos bebieron.
Y les dijo:
«Esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos. En verdad os digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».
Después de cantar el himno, salieron para el monte de los Olivos.
“Pan de vida que se parte y se reparte”
Celebramos en el día del Corpus el gran don del Pan partido por nosotros. Es la Eucaristía, que Jesús instituye antes de su Pasión y que nos manda actualizar: “haced esto en memoria mía”. No sólo conmemoramos un acontecimiento religioso del pasado, sino que celebramos una realidad presente; por tanto, no somos nosotros los que acompañamos a Cristo por nuestras calles, sino más bien es Él quien nos acompaña por los caminos de nuestra historia. La Eucaristía nos da a Cristo en el tiempo. La Eucaristía es un misterio de presencia. La Eucaristía es el centro y corazón de la Iglesia, por ser el sacramento de la presencia de Cristo, “fuente y cumbre de toda vida cristiana”.
"Partió el pan y se lo dio". El relato de la última cena siempre es conmovedor. Y más cuando lo escuchamos en la fiesta solemne del Corpus Christi. Llamamos "frágil" a lo que con facilidad se hace pedazos. La imagen evangélica que contemplamos es la del Señor que "se hace pedacitos"… de pan y se entrega. En el pan partido -frágil- se esconde el secreto de la vida. La fragmentación, nacida del egoísmo, es el peligro más grande para nuestra vida social y también para nuestra vida interior. En cambio, en Jesús este fragmentarse, bajo forma de pan tierno, es su gesto más vital, más unificante: ¡para darse entero tiene que partirse! En la Eucaristía la fragilidad es fortaleza. Fortaleza del amor que se hace débil para poder ser recibido. Fortaleza del amor que se parte para alimentar y dar vida. Fortaleza del amor que se fragmenta para compartirse solidariamente. Al Señor, que se hace pedazos para darse entero a cada uno. le pedimos que nos reconstituya como personas, como Iglesia y como sociedad.
El Corpus es el día de Caridad. Con el lema “Juntos abrimos camino a la esperanza”, reconocemos la labor y la implicación de las personas voluntarias y donantes que dedican su tiempo, dinero y corazón al cuidado del otro. Un objetivo de este día es hacer visible la realidad de las personas que, de una manera u otra, perdieron el rumbo o el sentido, o no terminan de encontrar esa oportunidad para salir adelante. La Eucaristía nos fortalece, nos alimenta, nos enseña a compartir y a darnos a los demás desde nuestra fragilidad. Sigamos el ejemplo de Jesús, Cuerpo entregado y Sangre derramada, para compartir la esperanza y abrir camino hacia un mundo más justo y solidario.