Texto: Javier Antolín, OSA
Música: K. Mc Leod. A very brady special
En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
«Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí».
Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más:
«Hijo de David, ten compasión de mí».
Jesús se detuvo y dijo:
«Llamadlo».
Llamaron al ciego, diciéndole:
«Ánimo, levántate, que te llama».
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
Jesús le dijo:
«¿Qué quieres que te haga?».
El ciego le contestó:
«“Rabbuní”, que recobre la vista».
Jesús le dijo:
«Anda, tu fe te ha salvado».
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino..
¿Qué quieres que haga por ti?
Jesús sigue con sus discípulos el camino hacia Jerusalén y al salir de Jericó se encuentra con un ciego llamado Bartimeo que está pidiendo al borde del camino. Al enterarse que pasa Jesús comienza a gritar con fuerza: “Jesús, ten compasión de mi”, no tiene ningún complejo, quiere encontrarse con Jesús y por eso aunque le dicen que se calle gritaba más. Jesús le llama: “ánimo, levántate que te llama”, aunque está ciego, soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Es un encuentro entrañable, reconoce su situación precaria, pues no puede vivir sin mendigar, pero lo que realmente quiere es ver, recobrar la vista. Pide luz para poder ver y se convierte en modelo de discípulo, ya que comienza a seguir a Jesús por el camino.
La escena descrita se puede aplicar a nuestra vida, darnos cuenta de nuestra ceguera, aquello que nos impide seguir a Jesús, podemos también admirar la confianza y fe de Bartimeo, pues pide a gritos lo que necesita, no sé si nosotros deseamos ver, si pedimos ver con esa insistencia y confianza. Que es lo que en verdad anhelamos o pedimos ante la pregunta del Maestro ¿Qué quieres que haga por ti? Estamos dispuestos a dejar nuestro manto, nuestras comodidades y saltar para encontrarnos con Jesús. El encuentro con Jesús no solo le devuelve la vista, sino que le cambia la vida, ya no puede seguir mendigando, tiene que caminar siguiendo la luz que ha descubierto. La fe nos presenta un nuevo camino, una nueva aventura ¿estamos dispuestos a emprender nuevos caminos, nuevas rutas? O, preferimos seguir tranquilos, sentados al borde del camino y ciegos ante el paso de la vida.