Texto: Jesús Baños, OSA
Música: Crying in my beer. Audionautiz
En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo:
«Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre».
Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la parábola.
Él les dijo:
«¿También vosotros seguís sin entender? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón sino en el vientre y se echa en la letrina».
(Con esto declaraba puros todos los alimentos). Y siguió:
«Lo que sale de dentro del hombre, eso sí hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro».
Lo malo se cuece dentro
Es la advertencia de Jesús en este evangelio para que prestemos mucha más atención a lo que ocurre en nuestro interior que a lo que viene de fuera. Pienso que San Agustín lo entendió muy bien cuando hacía tanto hincapié en conocer el propio interior.
Y en estos días nuestros en la que, por la manera en la que vivimos, pareciera que nuestro ser, la propia identidad, se sostiene con lo que viene de fuera, estas palabras de Jesús resuenan como un aldabonazo para recordarnos, o quizás hacernos saber así, por primera vez, que desde fuera no nos construimos; tampoco en lo moral. Pueden llegarnos cosas que no nos hagan bien, pero lo malo que hagamos se ha fraguado dentro o estaba dentro.
Dándole un poco la vuelta al argumento creo que también cabe decir que si queremos hacer cosas buenas tenemos que cocinarlas en el horno interior, en el corazón. Un corazón lleno de “cosas buenas” -pensamientos, deseos, ideas, sentimientos, propósitos, principios… -, un corazón lleno de bondad nos hará buenos; nos hará santos.
Y nada hay más bueno ni más santo que el propio Jesús. Dejemos que Él llene nuestro corazón.