Texto: Javier Antolín OSA
Música: Crying in my beer. Audionautix
En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús:
«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros».
Jesús respondió:
«No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro».
Abre nuestra mente
El Evangelio de hoy es muy directo, pues Juan le dice a Jesús que han visto a alguien que expulsaba demonios en su nombre, pero no pertenecía al grupo de los discípulos y, por eso, querían impedírselo, pues no es de los nuestros. Nos encontramos con alguien que hace las mismas obras de Jesús, pero no pertenece al grupo de sus seguidores. Pero, de hecho, hace el bien y, además, lo hace en el nombre de Jesús. Los discípulos desde su sentido corporativo se lo quieren impedir, ya que no pertenece a su grupo.
Todos estamos muy apegados a nuestro grupo, a nuestra familia, a nuestra religión, a nuestra manera de pensar, a nuestra comunidad. En fin, el criterio para aceptar a una persona no es si hace lo que Dios quiere, sino si es de los nuestros. El Evangelio nos invita a que nuestro criterio para aceptar a las personas no sea el de si pertenece a nuestro grupo o religión, sino si hacen lo que Jesús nos ha enseñado. El Evangelio también señala que quien hace el bien en el nombre de Jesús no puede hablar mal de él. Y concluye: “el que no está contra nosotros, está a nuestro favor.”
Los cristianos estamos llamados a no descalificar a nadie porque no pertenezca a nuestra religión, a nuestra familia, a nuestro modo de pensar. Dios es el Padre de todos y, quiere que veamos, como todos los que hacen el bien pertenecen al grupo de Jesús, a nuestro mismo grupo. Todos nos podemos ver reflejados en los discípulos pues solemos mirar a la gente por su cercanía a nuestro grupo, por eso le pedimos a Dios que abra nuestra mente y amplie nuestra mirada para que tengamos una mentalidad inclusiva y agreguemos a todas las personas que, aunque no pertenezcan a nuestro grupo, están a nuestro favor pues están haciendo el bien, ese es el único criterio de pertenencia: poner en práctica lo que Jesús nos enseñó.