Domingo I de Cuaresma

Escrito el 09/03/2025
Agustinos


Texto:  José María Martín, OSA
Música: Crying in my beer. Audionautix

 

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y el Espíritu lo fue llevando durante cuarenta días por el desierto, mientras era tentado por el diablo.

En todos aquellos días estuvo sin comer y, al final, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan».

Jesús le contestó:
«Está escrito: “No solo de pan vive el hombre”».

Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos de! mundo y le dijo:
«Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me ha sido dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo».

Respondiendo Jesús, le dijo:
«Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”».

Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:
«Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti, para que te cuiden”, y también: “Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece contra ninguna piedra”».

Respondiendo Jesús, le dijo:
«Está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”».

Acabada toda tentación, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

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Jesús es fiel a la misión que ha recibido

Jesús se retiró al desierto para orar y prepararse para su misión. La experiencia del desierto nos muestra la evidencia de la fragilidad de nuestra vida de fe. En el desierto Jesús es tentado.

Las tentaciones de Jesús en el desierto son las nuestras: el hambre, que simboliza todas las “reivindicaciones” del cuerpo; la necesidad de seguridad y fama, aunque sea al precio de perjudicar al prójimo; la sed de poder, el temible instinto de dominación. Cuando se abandona la ley de Dios, la ley del amor, acaba triunfando la ley del más fuerte sobre el más débil. El pecado que anida en el corazón del hombre lleva a la explotación de las personas y del medio ambiente. Es la codicia insaciable que considera todo deseo como un derecho y que antes o después acabará por destruir incluso a quien vive bajo su dominio.

La diferencia entre las tentaciones de Jesús y las nuestras es que, donde nosotros sucumbimos, El triunfó. Para vencer, Jesús se apoya en la Palabra de Dios tomada del Deuteronomio. Durante el Éxodo el pueblo de Israel fue también tentado y se olvidó fácilmente de que Dios estaba con él. También nosotros podemos apoyarnos en la Palabra de Dios para rechazar la tentación. No confundamos la tentación con el pecado, es decir con la caída. La tentación en sí no es buena ni mala. Jesús también fue tentado, pero salió airoso de la tentación. También nosotros podemos hacerlo, pero necesitamos la ayuda de Dios.

En esta cuaresma el Papa nos anima a caminar juntos en la esperanza y descubrir las llamadas a la conversión que la misericordia de Dios nos dirige a todos, de manera personal y comunitaria. Dios nos llama a la conversión, a tener esperanza y confianza en Él y en su gran promesa, la vida eterna. Debemos preguntarnos: ¿poseo la convicción de que Dios perdona mis pecados, o me comporto como si pudiera salvarme solo? ¿Anhelo la salvación e invoco la ayuda de Dios para recibirla? ¿Vivo concretamente la esperanza que me ayuda a leer los acontecimientos de la historia y me impulsa al compromiso por la justicia, la fraternidad y el cuidado de la casa común, actuando de manera que nadie quede atrás?